domingo, 2 de noviembre de 2008

Hasta los confines del mundo

Mis queridos amigos:
La preocupación por las misiones en países aún por evangelizar fue siempre una constante en la mente y en el corazón de Don Bosco.
Desde muy joven, siendo seminarista, manifestó una especial inquietud por llevar el Evangelio a los pueblos donde no había llegado la luz de Jesucristo. Su biógrafo nos recuerda, en las Memorias Biográficas, que el clérigo Bosco leía con frecuencia e interés las “lecturas edificantes” que la Obra de la Propagación de la Fe divulgaba entre los católicos a propósito de las fatigas y trabajos de los misioneros en tierras lejanas.
Siendo ya sacerdote, sus chicos en el Oratorio le escucharon muchas veces hablar sobre las misiones. Los encandilaba con sus sueños misioneros y les hacía vibrar con horizontes de expansión de la obra de Valdocco más allá de los mares.
Una vez más, la Providencia y los sueños. Don Bosco miraba lejos. Su pasión apostólica y su celo por “la salvación de las almas” le hacían preguntarse cómo la obra salesiana, apenas iniciada, podría extenderse hasta los confines del mundo para llevar a los jóvenes el mensaje del amor liberador y providente de Dios.
Parecía una locura. Apenas un germen, apenas una planta recién nacida y ya pensaba Don Bosco en trasplantarla a otras tierras. No había muchos medios. No había muchos recursos. Pero del corazón del padre, guiado por el Espíritu, surge la gran empresa de las primeras misiones salesianas en la Patagonia y en la Tierra del Fuego.
En 1875, pocos años después de la fundación de la Congregación, tuvo lugar la primera expedición misionera en Argentina. No escatimó esfuerzos Don Bosco. Uno de sus mejores salesianos, uno de sus primeros muchachos, iba al frente del grupo. Juan Cagliero y un grupo de 9 salesianos entusiastas iniciaban la obra salesiana en otros países, otros continentes, otros contextos.
Y el Espíritu no dejo de soplar ni el corazón de Don Bosco de alentar nuevos compromisos. Hasta su muerte se realizaron diez expediciones más. En 1888, 150 salesianos se habían establecido en cinco naciones de América latina. Y después vinieron China y otros países de Asia; y más tarde Africa… y los cinco continentes.
El 11 de noviembre conmemoramos el inicio de las misiones salesianas. Hace 133 años comenzó a hacerse realidad el sueño misionero de Don Bosco. Hoy, tanto tiempo después, la familia salesiana sigue abriendo fronteras en los últimos confines del mundo. La caridad pastoral de Don Bosco late en el corazón de tantos misioneros y misioneras que entregan su vida por amor, anunciando de forma creíble la buena noticia liberadora de Jesucristo.
Fruto de esta mística, damos gracias a Dios por la santidad de muchos de nuestros hermanos. Luis Versiglia y Calixto Caravario, primeros mártires salesianos en China cuya fiesta celebramos el día 13, son un compromiso para el impulso misionero de toda la familia salesiana.
La reciente beatificación en Argentina de Ceferino Namuncurá, indio mapuche que conoció a los primeros salesianos que llegaron a aquellas tierras, nos recuerda que la propuesta educativa salesiana es un camino de santidad juvenil al alcance de todos los que quieran, como Don Bosco nos enseña, dejarse conducir por el Espíritu.
El impulso carismático y misionero de nuestra familia es hoy un estímulo y un compromiso pastoral para todos nosotros. ¡Avivemos la llama!
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez

1 comentario:

Anónimo dijo...

DB no deja de sorprendernos. Mandó a sus mejores hombres para que fueran punta de lanza en los confines el mundo... ¿No tendríamos que aprender de él y ser algo más arriesgados y valientes en nuestra misión? ¿Dónde miraría hoy Don Bosco y con que nuevo horizonte soñaría? Saludos