viernes, 27 de febrero de 2009

DON BOSCO EN ESTADO PURO

Mis queridos amigos:
En la primavera de 1884, entre los meses de abril y mayo, Don Bosco se encontraba en Roma tratando de afrontar los problemas económicos que le estaba originando la construcción de la Basílica del Sagrado Corazón. Además de su preocupación por la situación financiera de la enorme empresa acometida, todavía tenía que vérselas con los últimos flecos de la situación jurídica y canónica de la Sociedad de San Francisco de Sales.
La situación no era de poco, pero probablemente le ocupaba más la mente la creciente preocupación de esos años por tratar de asegurar el espíritu que había visto nacer la Congregación y que corría el riesgo de debilitarse o deformarse. Don Bosco era consciente de los cambios que se iban produciendo con el desarrollo de las casas y el crecimiento de la Congregación. Parece que, con mucha lucidez, el Santo veía con tristeza que algunas de sus grandes intuiciones educativas podrían verse progresivamente re-interpretadas y alejadas de la sensibilidad inicial.
Seguro que contribuía a acrecentar en él la preocupación su propio estado de salud. Don Bosco estaba viejo y se sentía muy cansado. Lo repetirá él mismo en muchas de sus cartas de estos meses y pedirá insistentemente oraciones a sus amigos y benefactores para poder seguir adelante con la ayuda del Señor.
Después de su viaje triunfal por Francia en 1883, Don Bosco se había sentido más débil y enfermo. Las dificultades del viaje a Roma no habían contribuido, precisamente, a mejorar las cosas.
Pero, al mismo tiempo que las preocupaciones le martillean la cabeza y la salud se hacía cada vez más precaria, afloraba en Don Bosco una emotividad con trazos nostálgicos y en forma de proféticas visiones de futuro. Se multiplican los sueños y el deseo de comunicar a todos lo que su corazón sentía y deseaba para sus jóvenes y sus salesianos en el avenir.
Don Francesia, que lo acompañaba en Roma, escribe: “Nuestro amado padre no sabe tener un discurso sin que recuerde los tiempos heroicos del Oratorio”.
Y así es. Son recurrentes en estos meses en Don Bosco, junto al tema de la “salvación” de los jóvenes, la urgente llamada a no olvidar el “método educativo”, el “sistema preventivo”. El amor, la confianza, la amistad, la familiaridad, la bondad en el trato con los jóvenes son un reclamo continuo.
El 25 de abril de 1884, un periódico, Le Journal de Rome, publicaba una entrevista a Don Bosco sobre el “sistema preventivo”. En él leemos las palabras de Don Bosco en 1884:
“Es muy fácil. Yo dejo a los niños la facultad de hacer lo que a ellos les gusta más. El talento consiste en descubrir en los muchachos las semillas de sus buenas disposiciones y aplicarse a desarrollarlas. Como a cada uno le gusta hacer lo que sabe que puede hacer, yo aplico rigurosamente este principio y mis alumnos trabajan todos, no solamente con dinamicidad sino también con amor”.
Don Bosco en estado puro. Viejo y achacoso pero con el corazón de educador que no solo quiere a los jóvenes sino que se hace querer porque los jóvenes saben que los quiere. Es el Don Bosco de la Carta de Roma que, preocupado por el devenir de su obra, vuelve a hacer aflorar lo que ha traspirado por la piel toda la vida, el afecto que se hace familiaridad y que genera la confianza para ganar el corazón. ¿No tendremos que volver a los días de Roma del ya lejano 1884 para encontrar al Don Bosco más maduro? Ya digo, debilitado y enfermo, pero Don Bosco en estado puro.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez