miércoles, 29 de septiembre de 2010

NUEVOS FRENTES DE ACCION

El genio creativo de Don Bosco no se queda encerrado en Valdocco. Quedarán siempre vivas las intuiciones educativas y pastorales de los comienzos, pero su espíritu seguirá desarrollándose buscando con creatividad nuevos frentes de acción para seguir respondiendo a las necesidades de los jóvenes de su tiempo.
En efecto, la obra de Don Bosco avanza y evoluciona. Tras la fundación de la Congregación y la consolidación de las primeras casas fuera de Turín, el proyecto salesiano se abre a nuevos horizontes. A partir de 1870, la asunción de nuevos colegios en diferentes municipios de Italia posibilitará nuevas perspectivas a la acción educativa de la todavía incipiente Congregación.
Hay quien piensa que estos años suponen un punto de inflexión en el proyecto salesiano que comienza un proceso imparable de “colegización”. Quizás sorprenda saber que los colegios son adoptados con plena anuencia de Don Bosco que vislumbra nuevas posibilidades pastorales en el trabajo de los salesianos con adolescentes y jóvenes en el ámbito de la educación formal. Es consciente de la “emergencia educativa” en Italia y en Europa y se pone manos a la obra percibiendo en la escuela una plataforma idónea para sus objetivos.
Queda intacta la finalidad de la Congregación y Don Bosco no renuncia a trabajar con los jóvenes más pobres. Pero probablemente intuye que el compromiso con las escuelas cívicas queridas por los municipios italianos marcan una nueva época y suponen un servicio importante ante otras formas de “peligro” para los jóvenes en una sociedad industrial permanentemente en cambio.
Don Bosco mismo impulsa algunas de estas escuelas poniendo a su disposición muchos de los medios de los que disponía y a sus mejores hombres. Siempre a la vanguardia, el santo turinés tratará de traducir su sistema preventivo también en la acción educativa con las clases medias, convencido de la posibilidad de ayudar a los jóvenes a insertarse en la sociedad como honrados ciudadanos y buenos cristianos, con capacidad transformadora y el suficiente impulso creativo como para hacer surgir una nueva realidad social.
Siglo y medio más tarde, renovamos nuestro compromiso con la escuela porque creemos, con Don Bosco, en la identidad de una plataforma educativa y pastoral con capacidad de generar cambios en la sociedad del siglo XXI. La escuela salesiana, heredera de aquellas primeras escuelas cívicas del Piamonte del último cuarto de siglo del XIX asumidas por Don Bosco, están llamadas a ser una respuesta a la emergencia educativa traduciendo las grandes intuiciones del santo de los jóvenes desde la apuesta por la calidad y una convencida acción evangelizadora en las sociedades complejas y plurales, democráticas y libres del viejo continente.

martes, 21 de septiembre de 2010

AQUI ESTOY, EN MEDIO DE VOSOTROS

A inicios del año 1872 Don Bosco se recuperaba en la ciudad de Varazze de la penosa enfermedad que lo había tenido postrado por más de tres meses y alejado, pues, de su querido Oratorio de San Francisco de Sales. A pesar de haber estado a las puertas de la muerte, su pensamiento estaba siempre en Turín, su corazón, en medio de sus muchachos. En febrero escribía a Don Rua expresándole su deseo de estar pronto en casa:

“El jueves próximo, si Dios quiere, estaré en Turín. Siento una gran necesidad de llegar. Yo vivo aquí con el cuerpo, pero mi corazón, mis pensamientos y hasta mis palabras están siempre en el Oratorio, en medio de vosotros”.
Este es Don Bosco. Siempre “en medio de los jóvenes” aunque esté lejos por mil razones. Es verdad que a medida que la obra salesiana se extendía y asumía nuevos frentes de acción Don Bosco se veía obligado a estar cada vez más tiempo fuera de Turín. Sin embargo, siempre anhelaba volver, siempre un recuerdo afectuoso para todos, siempre el deseo de recuperar el pulso de la vida cotidiana en medio de las tareas de la casa madre.
Siempre que las ocupaciones se lo permitían, Don Bosco volvía al Oratorio. Y si estaba en casa, a lo largo de la jornada se empleaba a fondo para estar con sus salesianos y sus muchachos: confesaba, estaba en el patio, tenía una palabra para todos, daba las buenas noches, se hacía presente en el ejercicio mensual de la buena muerte (retiro), daba conferencias a los salesianos y a los jóvenes… ¡No paraba!
En unas buenas noches del 31 de marzo de 1876, según recoge Don Barberis en su crónica, Don Bosco insistió a sus muchachos:

“Tened esto en vuestra cabeza. Aunque os parezca que estoy ocupado, me siento siempre muy contento cuando venís a buscarme en la Iglesia o fuera de ella…”

Y es que Don Bosco, a pesar de los años, se sentía siempre feliz en medio de sus chicos. Especialmente intensa era su implicación en los momentos importantes de la vida de la casa: fiestas de la Virgen, tiempos litúrgicos fuertes, mes de mayo, los ejercicios espirituales… Su celo pastoral lo llevaba a pasar horas en el confesonario, a preparar sermones, a disponer los “recuerdos” de los ejercicios espirituales, a implicar a unos y otros para que todo resultase bien.
No me cabe duda de que Don Bosco sigue “aquí, en medio de nosotros”, en cada una de nuestras casas. Y que su experiencia en Valdocco sigue siendo para nosotros criterio carismático de fidelidad a los orígenes. Volver a Don Bosco es volver a los jóvenes. También físicamente: presentes en el patio, implicados en la vida de la casa, con la palabra y el gesto oportuno para el que se acerca, con la sonrisa acogedora y la mirada bondadosa para con todos.
“Cerca o lejos, siempre pienso en vosotros”, dirá Don Bosco en la Carta de Roma de 1884. Fue la expresión de toda su vida. Como acentuó Don Rua, su más inmediato colaborador y uno de sus primeros jóvenes en el Oratorio, “No dio paso, no pronunció una palabra, no se comprometió con ninguna empresa que no tuviera como objeto la salvación de los jóvenes… Lo único que realmente le interesó fueron las almas”.
Volvamos a Valdocco también nosotros. Como Don Bosco, siempre en medio de los jóvenes. Con la mente, con el corazón, con la palabra. Recuperemos nuestra patria.