martes, 14 de abril de 2009

UNA ESPIRITUALIDAD PASCUAL

Mis queridos amigos:
¡Feliz Pascua de Resurrección! Dios ha resucitado, con brazo potente, a su Hijo y lo ha constituido Señor de la historia venciendo definitivamente a la muerte. Nuestras vidas, en el encuentro con el Resucitado han quedado transformadas y su Espíritu nos ha hecho testigos de la salvación de Dios. Hecha añicos la piedra del sepulcro, somos ungüento perfumado para sanar y vendar heridas, para alentar la esperanza y pasar por la vida haciendo el bien, como nuestro Maestro.
Retomamos el pulso a la vida cotidiana con el rostro radiante, como aquellos discípulos, porque hemos visto al Señor. Compartiendo con los jóvenes los diferentes encuentros de Pascua, una vez más, he experimentado la brisa fresca del Espíritu que cambia nuestras vidas y hace nuevas todas las cosas. Y ahora, de vuelta al “lago” de la vida cotidiana, hemos de contar a todos lo que hemos visto y oído: Jesucristo, muerto y resucitado, es la Vida plena y el horizonte de nuestra existencia.
Nuestra espiritualidad salesiana es una espiritualidad pascual. Los que hemos tenido la suerte de orar y celebrar la fe en el templo a Don Bosco en I Becchi, sobre la casita natal de nuestro padre, nos hemos sentido subyugados por la imponente talla del Resucitado que preside el templo. La misma capilla Pinardi, en Valdocco, tiene en el frontispicio la representación de la resurrección del Señor en una invitación constante a compartir la vida a manos llenas como tantas veces, en aquel mismo lugar, hiciera Don Bosco.
No podemos olvidar tampoco que, como si fuese expresión de la vida nueva que nos ofrece el Resucitado, el inicio del Oratorio en Valdocco tiene lugar un domingo de Pascua de 1846. Así lo narra el propio Don Bosco en las “Memorias del Oratorio”:
“No busqué más. Corrí enseguida con los jóvenes; los reuní a mi alrededor y me puse a gritar con voz potente: ‘Ánimo, hijos míos, ya tenemos un Oratorio más estable que en el pasado; tendremos iglesia, sacristía, locales para clases y terreno de juego. El domingo, el domingo iremos al nuevo Oratorio que se encuentra allá en casa Pinardi (...) Al domingo siguiente, solemnidad de Pascua, 12 de abril, trasladamos todos los enseres de la iglesia y los juegos, para tomar posesión del nuevo local”.
Pascua de Resurrección: comienzo de una nueva andadura. También para nosotros. Como Don Bosco, corremos hacia los jóvenes para alentar la esperanza en un futuro mejor para todos; el futuro de Dios que hoy adelantan nuestras manos comprometidas y nuestro corazón apasionado. Con ellos queremos caminar para que muchos encuentren al Señor de la Vida.
Como en Emaús, arderá nuestro corazón en la fracción del pan y en la escucha de la palabra. Será la fuerza que nos hará volver a Jerusalén para anunciar a todos que Cristo, nuestra esperanza, ha resucitado.
Una espiritualidad pascual: la de la confianza y el testimonio, la del optimismo y el encuentro fraterno, la del compromiso por la vida y la entrega sin reservas. Como el Maestro.
¡Feliz Pascua de Resurrección! Vuestro amigo, José Miguel Núñez

domingo, 5 de abril de 2009

5 DE ABRIL DE 1846: DOMINGO DE RAMOS EN TURIN

Mis queridos amigos:
El Domingo de Ramos de 1846 fue también, casualidades de la vida, 5 de abril. En aquellos días Don Bosco andaba preocupado por dar una sede estable a su incipiente Oratorio. El tiempo se agotaba sin encontrar una solución después de los últimos intentos fallidos. El alquiler del prado Filippi no resulto. Tuvieron que abandonar el lugar semanas más tarde porque el dueño les había dado un ultimatum ante los destrozos de cada domingo. Los habían echado de todas partes y cerrado las puertas de donde había llamado con la esperanza de una respuesta positiva.
La dificultad, la incertidumbre y la soledad de aquellos momentos las narra él mismo con mucha crudeza en las Memorias de Oratorio:
“Al contemplar aquella multitud de niños y jóvenes, yo pensaba en la rica mies que esperaba a mi sacerdocio y sentía mi corazón estallar de dolor. Estaba solo, sin ninguna ayuda, casi sin fuerzas y con la salud debilitada, y ya no sabía donde reunir a mis pobres muchachos. Para esconder mi dolor, vagaba por sitios solitarios. Recuerdo que se me llenaron los ojos de lágrimas... Entonces, levantándolos hacia el cielo, supliqué: “¡Oh Dios mío! Indícame un lugar en el que pueda reunirme el domingo con mis chicos o dime que he de hacer…”.
Estas palabras fueron escritas mucho más tarde, pero revelan el sufrimiento de unos momentos duros que quedaron marcados en su mente y en su corazón aquel domingo de pasión.
Solo, sin ayuda, casi sin fuerzas… Una situación extrema que Don Bosco vivió intensamente hasta el punto de experimentar un gran dolor en el corazón. Sentía, quizás, que todos los esfuerzos habían sido en vano y que la débil obra apenas comenzada podría terminar en breve sin que hubiera podido hacer nada para evitarlo.
Sabía que sólo podía levantar los ojos al cielo: “Dime, Dios mío, que tengo que hacer…”.
No hubo ningún ángel. Solo un hombre llamado Pancracio Soave que, en nombre del Señor Pinardi le hizo una oferta inesperada:
- “He oído que el señor cura anda buscando un lugar para un laboratorio… Conozco uno. El cobertizo de un amigo mío que se llama Pinardi. Se lo alquila por 300 liras al año, con contrato…

Finalmente un techo. Un cobertizo, unas paredes en mal estado, un terreno… las primeras raíces. Casi cinco años tardaría Don Bosco en comprar la casa Pinardi y los terrenos adyacentes, pero la semilla estaba plantada. Dios escuchó. Y Don Bosco comenzó a sentir más firme el suelo bajo sus pies.
Fue su particular domingo de pasión en aquel lejano 1846. Pero Don Bosco aprendía a confiar cada vez más en la Providencia en cada experiencia de provisionalidad, de abandono, de dificultad, de soledad. Dios abría siempre el camino e indicaba una senda nueva.
Con razón, aquel Domingo de Ramos, después de tantas incertidumbres, pudo decir a sus muchachos sonriente y entusiasmado: “¡El domingo que viene tendremos nuestro propio lugar para el Oratorio! El 12 de abril de 1846, Don Bosco tomó posesión del cobertizo Pinardi. Su nueva casa. Nuestra Porciúncula. Aquel día fue el inicio de una nueva andadura. Era Pascua de Resurrección.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez