domingo, 30 de noviembre de 2008

Solo le faltaba la voz

Mis queridos amigos:
En 1929, Don Juan Bautista Francesia, salesiano poeta, escritor y conocedor como nadie de los orígenes de la Congregación, escribió:
“A Don Rinaldi sólo le falta la voz de Don Bosco, todo el resto lo tiene”.
¿Quién era aquel que merecía tal elogio de uno de los muchachos que mejor conoció a Don Bosco y fue protagonista en primera línea de los comienzos de nuestra familia?
Tenemos que remontarnos mucho tiempo atrás. En 1866, un pequeño estudiante de la casa salesiana de Mirabello se encontraba por primera vez con Don Bosco. El santo sacerdote, de visita en la casa, tuvo la ocasión de encontrarse con los jóvenes y dirigirles una buena palabra. Aquel encuentro quedó profundamente marcado en el corazón y en la mente de Felipe, que así se llamaba nuestro protagonista:
“Recuerdo como si fuera ayer – escribió Felipe muchos años más tarde, casi al final de su vida -, la primera vez que me encontré con Don Bosco siendo tan solo un niño. Tenía poco más de diez años. El buen padre estaba en el comedor después del almuerzo, todavía sentado en la mesa. Con gran cariño se preocupó por mis cosas, me habló al oído y después de haberme preguntado si quería ser su amigo añadió, casi para solicitar una prueba de correspondencia, que al día siguiente fuese a confesarme con él”.
Felipe Rinaldi narraba este episodio en el tramonto de su vida, como quien lee lo acontecido hace mucho tiempo pero con la vivacidad de los acontecimientos que jamás se borran y permanecen siempre en la memoria. Aquel hablarle al oído cuando solo tenía diez años y el haberle abierto su corazón a Don Bosco fueron, escribe Don Rinaldi, como “las luces de la mañana que brillan con viva claridad ahora que la vida llega a su fin”.
Fue el encuentro entre dos santos y uno, Don Bosco, había leído la vida del otro. El pequeño Felipe tenía algo especial. Aunque no se hizo la luz enseguida en su proyecto vital, Don Rinaldi se hizo salesiano y más tarde, después de afrontar numerosas responsabilidades (director, inspector de España y de Portugal, Prefecto General), fue elegido Rector Mayor, sucesor de Don Bosco al frente de la Congregación Salesiana.
Sencillo y cordial, dicen de él que ha sido el salesiano que mejor ha encarnado a Don Bosco. Viva imagen de nuestro padre, expresó como nadie su bondad. Como a Don Bosco, a Don Rinaldi Dios le dio un corazón tan grande, tan grande, como las arenas de las playas de los mares. Fue su fiel reflejo y con creatividad supo ponerle rostro a la amorevolezza salesiana.
El tercer sucesor de Don Bosco respiró el aire de aquellos primeros pasos de la Congregación y bebió de las fuentes más puras del carisma salesiano. Se entusiasmó con Don Bosco y descubrió en él la fuerza arrolladora de la santidad hasta el punto de recorrer el mismo camino de rosas y espinas por un emparrado hermoso y difícil que exigió de él una entrega sin límites.
Santo en una familia de santos, la Iglesia lo declaró Beato en 1990 y su fiesta es celebrada el cinco de diciembre. Demos gracias a Dios por habernos regalado salesianos de la talla de Don Felipe Rinaldi y sintámonos – también nosotros - herederos de una santidad ordinaria que hace extraordinarias las cosas sencillas de cada día vividas con los ojos y el corazón de Dios.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez

lunes, 24 de noviembre de 2008

Dios proveerá

Mis queridos amigos:
Siempre he admirado en Don Bosco la tenacidad con la que afrontó y llevó a cabo cada proyecto a lo largo de toda su vida. Procuró actuar con prudencia en todo momento pero con una tenaz perseverancia. Confiaba sin límites en el Señor e iba adelante con firmeza exclamando “¡Dios proveerá!”.
Leemos en las Memorias Biográficas:

“Cuando encuentro una dificultad, incluso de las más grandes, hago como los que andan por el camino y a un cierto punto lo encuentran bloqueado por una gran piedra. Si no puedo quitar el obstáculo de en medio, me subo encima, o por un camino más largo doy un rodeo. O bien, dejada sin terminar la empresa comenzada, para no perder inútilmente el tiempo esperando, comienzo enseguida otro proyecto. Pero no pierdo de vista nunca la obra comenzada y sin terminar. Con el tiempo, los frutos maduran, los hombres cambian, las dificultades se allanan”.


Toda una lección de sabiduría ¿no te parece? Dicen que los piamonteses son auténticos y tenaces hasta la testarudez. Que persiguen sus sueños con firmeza sin pararse ante los obstáculos. No sé si lo da la tierra, pero lo cierto es que Don Bosco tuvo algo de todo esto. Siempre alimentó una fuerza de voluntad que le hacía ir adelante aún en medio de grandes dificultades, sin ceder, sin volver atrás cuando estaba convencido de caminar por el sendero justo.
Ni las dificultades de la niñez, ni el desencuentro con la Marquesa Barolo, ni la grave enfermedad en el inicio de su misión con los jóvenes de Turín, ni las incomprensiones del Obispo Gastaldi – por citar sólo algunos ejemplos -, lograron que se apartara del camino que Dios le marcaba.
Supo esperar con paciencia, buscó senderos diversos, superó los obstáculos, pero no arrojó la toalla ni se arredró ante lo complicado de algunas situaciones. Cuando trataba de poner en marcha la Congregación Salesiana, ante las muchas trabas que encontraba, no perdió el ánimo. Tuvo que recorrer un camino de quince años hasta la aprobación definitiva de las Constituciones.
Un sacerdote anciano que vivió muchos años en el Oratorio de Valdocco, en 1889 (un año después de la muerte de Don Bosco), escribió:


“Don Bosco fue un hombre de carácter firme, de propósito tenaz, de mirada larga y justa, de tacto finísimo en el trato con las personas y las cosas, de grandísima confianza en la Providencia divina. Todo lo que en su vasta mente se engendraba, aunque pareciera que los obstáculos fueran insuperables, él lo realizaba. Llevaba adelante las cosas como por encanto, con estupor general, confiando en esta palabras: ¡Dios proveerá!”.


En efecto, Dios proveerá. Como siempre ha hecho en nuestra familia, también hoy confiamos en que Dios hará prósperas las pobres obras de nuestras manos. Con la invencible tenacidad de nuestro padre, acometemos proyectos hasta la temeridad cuando del bien de los jóvenes se trata. Por muy fuerte que soplen los vientos, Dios los convertirá en brisa; por muy altos que sean los montes, Dios los allanará. No lo dudes, siempre hay caminos. Y en el sendero árido y tortuoso, Dios siempre provee a los de corazón grande, ancha mirada y paso firme.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez

domingo, 9 de noviembre de 2008

Poco a poco...

Mis queridos amigos:
En una carta fechada el 13 de julio de 1876, Don Bosco escribía a Don Cagliero – recién llegado a Buenos Aires al frente de la primera expedición misionera en Argentina – diciéndole: “Tú eres músico, yo soy soñador de profesión”.
¡Don Bosco era un soñador! Es cierto. Un soñador que veía lejos, que vislumbraba siempre nuevos horizontes para su obra, que caminaba siempre adelante con seguridad ante las dificultades… Pero Don Bosco, era un soñador ¡No un ingenuo! Veía lo que estaba por venir con la imaginación de un creativo, con la confianza de un creyente, con la firmeza de un hombre tenaz y con la prudencia de quien tiene los pies en el suelo.
Así era Don Bosco. Capaz de entusiasmar a los que estaban a su lado con nuevos proyectos, de ilusionar a sus muchachos con nuevas obras, de alentar a sus salesianos con nuevos caminos abiertos en un mar de dificultades…
Pero sabía también mirar la realidad con la sabiduría de quien no se precipita ante las decisiones, con la calma de quien busca que las cosas maduren, con la serenidad de quien se sabe en manos de Dios.
Así, en la fundación de la Congregación, trató de dar pasos firmes y con paciencia ante las adversidades. Antes de enviar a sus primeros salesianos a Argentina, rechazo algunas otras ofertas en otros países. Antes de aceptar una propuesta para enviar a sus salesianos a Hong Kong, quiso asegurar la independencia de la obra y al no haber garantías rechazó la posibilidad. Antes de abrir una nueva casa calibraba bien las posibilidades de llevar adelante y en qué condiciones su proyecto.
Son sólo algunos ejemplos de un “soñador” bien despierto y con los pies en el suelo que sabía calibrar los tiempos y esperar el momento adecuado ante las nuevas oportunidades.
Hasta la temeridad, Don Bosco era capaz de ir adelante por el bien de sus jóvenes. Pero no le faltaba la inteligencia para afrontar con equilibrio y madurez los retos que la vida le ponía por delante.
Un periodista le pregunto en una ocasión:
- ¿Cómo ha hecho para extender su obra hasta la Patagonia y la Tierra del Fuego?
Don Bosco le contesto:
- Poco a poco…
En la carta escrita a Don Cagliero a la que me refería más arriba, Don Bosco le decía:
- A propósito de la casa en Roma, he decidido que se abrirá. Quizás cuando vuelvas podrás alojarte bajo nuestro techo. ¡Poco a poco!
De hecho la primera casa en Roma no se abrió hasta 1880.
Don Bosco fue adelante siempre con seguridad y confianza en el Señor, pero con la mirada prudente que requerían las circunstancias y consciente de que todo tiene su tiempo y su oportunidad. Fue un gran soñador, si, pero con la mirada larga y paciente, con la mente despejada y el prudente actuar de quien realizaba las cosas “poco a poco”, pero con tenacidad.
Somos, también nosotros, soñadores de profesión. Pero, como Don Bosco, con los pies en el suelo, con la mirada larga y paciente, con la creatividad del apóstol y la tenacidad de creyente. Por el bien de los jóvenes, afrontamos grandes empresas… poco a poco, pero sin tregua.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez

domingo, 2 de noviembre de 2008

Hasta los confines del mundo

Mis queridos amigos:
La preocupación por las misiones en países aún por evangelizar fue siempre una constante en la mente y en el corazón de Don Bosco.
Desde muy joven, siendo seminarista, manifestó una especial inquietud por llevar el Evangelio a los pueblos donde no había llegado la luz de Jesucristo. Su biógrafo nos recuerda, en las Memorias Biográficas, que el clérigo Bosco leía con frecuencia e interés las “lecturas edificantes” que la Obra de la Propagación de la Fe divulgaba entre los católicos a propósito de las fatigas y trabajos de los misioneros en tierras lejanas.
Siendo ya sacerdote, sus chicos en el Oratorio le escucharon muchas veces hablar sobre las misiones. Los encandilaba con sus sueños misioneros y les hacía vibrar con horizontes de expansión de la obra de Valdocco más allá de los mares.
Una vez más, la Providencia y los sueños. Don Bosco miraba lejos. Su pasión apostólica y su celo por “la salvación de las almas” le hacían preguntarse cómo la obra salesiana, apenas iniciada, podría extenderse hasta los confines del mundo para llevar a los jóvenes el mensaje del amor liberador y providente de Dios.
Parecía una locura. Apenas un germen, apenas una planta recién nacida y ya pensaba Don Bosco en trasplantarla a otras tierras. No había muchos medios. No había muchos recursos. Pero del corazón del padre, guiado por el Espíritu, surge la gran empresa de las primeras misiones salesianas en la Patagonia y en la Tierra del Fuego.
En 1875, pocos años después de la fundación de la Congregación, tuvo lugar la primera expedición misionera en Argentina. No escatimó esfuerzos Don Bosco. Uno de sus mejores salesianos, uno de sus primeros muchachos, iba al frente del grupo. Juan Cagliero y un grupo de 9 salesianos entusiastas iniciaban la obra salesiana en otros países, otros continentes, otros contextos.
Y el Espíritu no dejo de soplar ni el corazón de Don Bosco de alentar nuevos compromisos. Hasta su muerte se realizaron diez expediciones más. En 1888, 150 salesianos se habían establecido en cinco naciones de América latina. Y después vinieron China y otros países de Asia; y más tarde Africa… y los cinco continentes.
El 11 de noviembre conmemoramos el inicio de las misiones salesianas. Hace 133 años comenzó a hacerse realidad el sueño misionero de Don Bosco. Hoy, tanto tiempo después, la familia salesiana sigue abriendo fronteras en los últimos confines del mundo. La caridad pastoral de Don Bosco late en el corazón de tantos misioneros y misioneras que entregan su vida por amor, anunciando de forma creíble la buena noticia liberadora de Jesucristo.
Fruto de esta mística, damos gracias a Dios por la santidad de muchos de nuestros hermanos. Luis Versiglia y Calixto Caravario, primeros mártires salesianos en China cuya fiesta celebramos el día 13, son un compromiso para el impulso misionero de toda la familia salesiana.
La reciente beatificación en Argentina de Ceferino Namuncurá, indio mapuche que conoció a los primeros salesianos que llegaron a aquellas tierras, nos recuerda que la propuesta educativa salesiana es un camino de santidad juvenil al alcance de todos los que quieran, como Don Bosco nos enseña, dejarse conducir por el Espíritu.
El impulso carismático y misionero de nuestra familia es hoy un estímulo y un compromiso pastoral para todos nosotros. ¡Avivemos la llama!
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez