viernes, 30 de enero de 2009

Un corazón tan grande como las arenas de las playas

Mis queridos amigos:
Como el corazón de Dios, el corazón de Don Bosco es misericordioso y compasivo. Con su mirada penetrante, sintió lástima de los jóvenes olvidados en el despoblado de la historia, desguarnecidos, abandonados a su suerte. ¡Cuántas veces resonaría en sus oídos la Palabra: “Vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor” (Mc 6, 34).
Su corazón de Buen Pastor le llevó a buscar soluciones creativas: “Dadles vosotros de comer”. Y Dios multiplicó muchas veces aquellos pocos panes y aquellos pocos peces que Don Bosco repartió a manos llenas.
Corazón misericordioso y compasivo que le llevó a gastarse sin guardarse nada para él. Corazón bondadoso y amable que expresaba acogida y benevolencia para todos; corazón entusiasta, lleno de Dios, que contagiaba ilusión y confianza; corazón grande y generoso sostenido por la mística de la urgencia del amor de Dios; corazón magnánimo que le llevo a acometer grandes empresas y afrontar grandes retos; corazón fraterno y bueno que supo insuflar el mismo aire que respiraba a sus propios muchachos; corazón apasionado que amó con total entrega. Así es el corazón de nuestro padre. Así quiere ser el corazón del salesiano.
Pero la mística del da mihi animas está sostenida por la ascética del cetera tolle. ¡Llévate lo demás! Corazón libre y desprendido que le llevó a vivir hasta la heroicidad el olvido de sí mismo.
¡Qué difícil es hoy hablar de ascética y sacrificio! Sin embargo, no se entiende la vida de Don Bosco sin estas realidades necesarias e inevitables para su compromiso con adolescentes y jóvenes. Juan Bosco se educó desde los primeros años en I Becchi en la renuncia y supo vivir toda su vida, desde la opción evangélica, con las manos muy libres y el corazón desapegado de todo lo que pudiera suponer un obstáculo a su entrega.
Recio en sus convicciones, llevó siempre una forma de vida sencilla y austera. La pobreza fue siempre compañera de viaje y la esencialidad un estilo querido y buscado. Cetera tolle!
Son memorables las palabras de Mamá Margarita el día de la ordenación de su hijo: “Recuerda siempre esto, Juan: si algún día llegases a ser rico, no volvería a poner el pie en tu casa”. Madre e hijo compartirán, años más tarde, las páginas más hermosas de la experiencia de Valdocco contagiados por una común sencillez y en un ambiente de pobreza solidaria y exigente.
Sencillez de vida, corazón disponible para servir a los últimos, a los más vulnerables, a los que no importan a nadie, a los que están en el margen de la historia. En el descampado, perdidos y abandonados, muchos jóvenes esperan hoy una palabra de aliento, motivos para esperar, razones para seguir creyendo que hay un futuro más pleno para todos. Con el corazón de Don Bosco, queremos seguir siendo signos y portadores de la bondad, el amor y la misericordia de Dios. Hemos de seguir impulsando, 150 años después, un proyecto apostólico que ha dado vida a un vasto movimiento de personas comprometidas, en el nombre de Jesucristo, en la salvación de los jóvenes más necesitados. “Solo deseo una cosa”, decía Don Bosco a sus muchachos, “que seáis felices aquí y en la eternidad”
¡Da mihi animas, cetera tolle! Don Bosco nos compromete. Su corazón, tan grande como las arenas de las playas, es una invitación a beber de las fuentes, siempre puras, del manantial del Espíritu.
¡Feliz fiesta de Don Bosco!
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

sábado, 24 de enero de 2009

"Magone"

Mis queridos amigos:
El 21 de enero de 1859, hace ahora 150 años, moría en el Oratorio de San Francisco de Sales un adolescente de apenas 14 años llamado Miguel Magone.
Don Bosco lo conoció en el otoño del 1857 en la estación de un pequeño pueblo llamado Carmagnola, a treinta kilómetros de Turín. La tarde estaba lluviosa y una densa niebla lo envolvía todo. Don Bosco esperaba el tren que habría de conducirlo a Turín. Como cuenta él mismo, un grupo de muchachos jugando y forcejeando llamaba la atención de los viajeros por sus gritos y correrías, sus voces atronadoras y empellones en medio de las carreras. Según sus propias palabras, “Entre aquellos gritos sobresalía una voz que, dominando a las demás, era como la de un jefe, repetida por sus compañeros y obedecida por todos”. Así que, un capitán de “bandidos”, pensó Don Bosco. Y en un instante, entre forcejeos y golpes esquivados, se puso en medio de ellos cortando la respiración a más de uno. Todos echaron a correr al ver a aquel cura interrumpiendo sus juegos. Todos, excepto uno que avanzó hasta Don Bosco con aire altivo:

- ¿Quién eres tú para venir a entrometerte en nuestros juegos? Le espetó desafiante.
- Soy un amigo tuyo,
respondió Don Bosco. Y tú ¿quién eres?
- ¿Yo? ¿Quién soy yo? Miguel Magone, capitán de este ejército.

Miguel tenía trece años. Era un chaval que vagabundeaba por las calles y se había hecho con el mando de una banda de muchachos como él: carne de cañón, sin presente ni futuro, con la cárcel en un horizonte más o menos próximo. El párroco de Carmagnola lo describía así: “El joven Magone es un pobre chico, huérfano de padre; teniendo la madre que ganar el pan para su familia, no puede asistirlo ni vigilarlo, y él, abandonado, pasa el tiempo en las calles y en las plazas entre los vagos. Tiene un ingenio despierto y poco común y lo creo de buen corazón; vivo e inquieto, en la escuela es un alborotador. Cuando no está, los profesores respiran…”.
Magone no podía imaginar que aquel encuentro le cambiaría la vida. En efecto, Don Bosco fue su amigo. Lo llevó consigo a Turín y en Valdocco encontró una casa, una familia…un padre y una nueva oportunidad para su vida. Con Don Bosco pudo vivir una experiencia que hoy llamaríamos un auténtico itinerario educativo. Abandonó la calle y comenzó a tomarse en serio sus estudios. Descubrió, como nunca antes, la presencia de Dios en su vida y recorrió un camino de crecimiento en la fe que le llevó hasta el planteamiento y el discernimiento vocacional.
Miguel murió muy pronto, a inicios del 1859, afectado por una enfermedad pulmonar. Pero en este corto espacio de tiempo junto a Don Bosco, encontró sentido a su vida, cogió las riendas de su existencia y experimentó qué significa que alguien confíe en ti.
Este es el secreto de Don Bosco. Confiar en los muchachos y ayudarles a que saquen de dentro de sí las mejores energías para desarrollarse y vivir como personas.
A nuestro alrededor sigue habiendo muchos “magone” que, aunque con ingenio despierto y buen corazón, han perdido ya algunos trenes en la vida porque ésta – por mil circunstancias - les ha robado la posibilidad de ser persona. Hoy, muchos jóvenes siguen viviendo a la intemperie, en la oscuridad, la niebla y el frio. En nombre de Don Bosco queremos seguir tendiendo una mano amiga para adelantar un futuro más cierto a los que no lo tienen y que no siempre sea invierno para los más vulnerables. Esa es nuestra frontera. Hacia ella nos dirigimos.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

lunes, 19 de enero de 2009

Don Bosco y San Francisco de Sales

Mis queridos amigos:
Don Bosco, en el Reglamento del Oratorio de San francisco de Sales que redacta en 1854, describe en el proemio la finalidad de su proyecto:
“Este Oratorio está puesto bajo la protección de San Francisco de Sales para indicar que la base sobre la que esta congregación se apoya debe ser la caridad y la dulzura, que son la virtudes características de este santo”.
Don Bosco se inspira para llevar adelante su obra, en efecto, en el conocido santo y a él encomienda su proyecto confiando en su protección. A él, en las raíces de nuestra espiritualidad, estamos invitados a volver una y otra vez todos los que compartimos el carisma y la misión salesiana. El próximo 24 de enero, celebraremos su fiesta que ya se celebraba con gran solemnidad en los días del primer Oratorio.
Francisco de Sales, obispo santo de corazón noble y sabio humanismo, fue un creyente de honda espiritualidad que comprendió que en el centro de su vida y de su historia estaba sólo Dios y su amor misericordioso. Fuera de él no hay ningún bien. Sabio en la dirección espiritual, vivió y anunció la Palabra de Dios por los más diversos medios. Es el santo de la ternura del corazón modelado a imagen del corazón del Padre que con la mansedumbre conduce a todos a Dios. Prudente y fiel, supo vivir como hombre de su tiempo al servicio de la Iglesia y de los más necesitados.
Don Bosco se inspiró en él para llevar adelante su apostolado en favor de los jóvenes pobres, abandonados y en peligro. Su caridad pastoral y la amabilidad de su bondad fueron determinantes en el estilo que Don Bosco vivió y transmitió a sus muchachos en los mismos orígenes de la fundación de la Congregación Salesiana. Como nos ha dejado escrito Don Rua, el 26 de enero de 1854 don Bosco propuso a cuatro jóvenes del Oratorio de San Francisco de Sales, hacer un «ejercicio práctico de caridad». «Desde ese día, escribe don Rua, fue puesto el nombre de salesianos a los que se propusieron y se propondrán dicho ejercicio». Inspirados en la bondad y en el celo pastoral del santo de la caridad, Don Bosco nos ha dado el nombre de salesianos y nos ha indicado un programa de vida en la máxima “Da mihi animas, cetera tolle”. Y en Don Bosco, inspirado en San Francisco de Sales, tiene origen un vasto movimiento de personas, que en diferentes modos, trabajan por la salvación de los jóvenes. Esta es nuestra fuente y nuestra inspiración: la mansedumbre, la amabilidad, la pasión pastoral.
Mirando a Francisco de Sales, contemplando a Don Bosco y enraizados en la Palabra, queremos hacer nuestra la sabiduría que viene de lo alto. En nuestro trabajo con los jóvenes, en nuestra experiencia comunitaria, en nuestro vivir cotidiano queremos ser sembradores de paz y de justicia apartando de nosotros todo lo que nos aleje del corazón de Dios.
A imagen suya, el corazón de Buen Pastor es el manantial inagotable al que acudir a beber siempre. El Buen Pastor que conoce sus ovejas y que en la entrega de su propia vida nos ha devuelto la Vida. En su nombre, con la fuerza de su Espíritu, sostenidos por la misericordia del Padre queremos ir al encuentro de los jóvenes, especialmente los más pobres y en peligro. Con Don Bosco, queremos anunciarles el amor de Dios, Vida y Esperanza para todos.
Francisco de Sales, pastor celoso y amable rico en la sabiduría que viene de arriba, interceda hoy para que nuestra familia salesiana pueda ser fiel a las inspiraciones de Dios, a la propuesta profética de Don Bosco y a las demandas urgentes de los jóvenes de nuestro tiempo.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

domingo, 11 de enero de 2009

"Ocupaos pronto de los jóvenes..."

Mis queridos amigos:
Cuando Don Bosco en 1883 visita París, pronuncia ante la sociedad francesa de la época unas palabras proféticas que quedarán en la memoria de los salesianos como auténtica referencia para el futuro:

“Ocupaos pronto de los jóvenes porque si no, ellos se ocuparán de vosotros”

Resulta revelador recordar estas palabras dichas hace más de un siglo a la luz de los acontecimientos protagonizados por los jóvenes de la periferia de Paris hace tan solo unos años. Pero es una frase que tiene valencia universal. Sobre todo si consideramos la situación en la que miles y miles de jóvenes viven en el occidente opulento que, sin embargo, les niega la oportunidad de vivir con dignidad y los sitúa al borde de la exclusión social.
Es auténticamente estremecedor, además, tomar conciencia de la realidad de los jóvenes de los países del sur cuyos derechos son constantemente violados siendo condenados a vivir en la más extrema pobreza, a sufrir las consecuencias de guerras injustas o a padecer las más horribles vejaciones.
Y hemos decidido arremangarnos los brazos y comprometernos al lado de los más pequeños, de los más vulnerables, de los excluidos de nuestro mundo. Y a ello dedicamos nuestros mejores esfuerzos inspirados en Jesús, el Señor, que vivió y murió par los pequeños y los pobres. Apostamos por un humanismo inspirado en el Evangelio, por la educación preventiva, por el protagonismo de los jóvenes, y por el compromiso con la justicia y los derechos de los más débiles.
Estamos ante un tiempo nuevo en el que trabajar por la igualdad de oportunidades y los derechos de los más pequeños se ha convertido en el ideal y objetivo existencial de muchos hombres y mujeres que no quieren mirar para otro lado y asumen la responsabilidad de crear una cultura de la solidaridad.
En muchas partes del mundo, la familia salesiana trata de responder con creatividad y eficacia a los desafíos lacerantes de la pobreza juvenil. Miles de proyectos en los cinco continentes recrean los andamios en los que Don Bosco encontró a sus jóvenes, y reflejan su esfuerzo por abrir las prisiones injustas y curar heridas, iluminando caminos de esperanza para muchos adolescentes y jóvenes perdidos y abandonados.
Los jóvenes más vulnerables son nuestra tierra. Las personas comprometidas con nosotros nuestro patrimonio. Los sueños que avivamos cada día son nuestro horizonte, hacia el que caminamos sostenidos por la fuerza del Espíritu de Dios. Él abre nuestros corazones a la esperanza. Nada hecho por amor y solidaridad se perderá para siempre. A pesar de nuestra pobreza y limitaciones podemos apostar por los jóvenes, recorriendo con ellos las veredas de la historia, a la búsqueda de una justicia, que ya tenemos asegurada por la infinita misericordia de Dios.
Somos herederos de un soñador. Con Don Bosco, creemos que es tiempo de pan compartido que nunca se acaba, porque Dios está presente misteriosamente en la historia y nos guía en nuestra lucha constante por la justicia y los derechos de los más pequeños.

Vuestro amigo, José Miguel Núñez

domingo, 4 de enero de 2009

"Sistema Preventivo y Derechos Humanos"

"Vi una multitud inmensa de jóvenes que aguardaban..." (Don Bosco)
Mis queridos amigos:
Niños soldado, jóvenes explotados, menores inmigrantes, víctimas del turismo sexual, de la violencia de género o de fanatismos religiosos, chicos de la calle expuestos a toda clase de marginación y exclusión social… son sólo una parte de la multitud inmensa que aguarda en nuestro mundo a que su grito sea escuchado y alguien les devuelva la dignidad perdida ante los derechos vulnerados y la condena que supone la indiferencia de muchos.
Permitidme que os hable de Don Bosco y de su manera de mirar la realidad. Es una mirada abierta y franca. Mirada de padre y luchador incansable; mirada bondadosa y crítica al mismo tiempo; mirada apasionada y comprometida siempre; mirada de ternura y vigor. Es la mirada de quien peleó hasta la temeridad para conseguir un contrato de trabajo para sus muchachos cuando, a mediados del XIX, a nadie le importaban la dignidad de las condiciones laborales y los posibles derechos de quienes eran considerados tan solo mano de obra barata o elementos sociales prescindibles.

- Me importas mucho, tanto... que aunque no tuviera más que un pedazo de pan lo partiría a medias contigo.

Tantos y tantos jóvenes de los arrabales de Turín, víctimas del desprecio y al borde de la desesperación, explotados por una economía deshumanizante, abandonados a su suerte, sometidos a abusos de todo tipo y sin derechos como personas escucharon de sus labios una palabra de futuro.
No fue su intención elaborar grandes teorías sobre el cambio social. Simplemente se puso manos a la obra para transformar una realidad injusta que excluía a los más débiles y hacía de ellos carne de cañón y de cárcel. Soñó un mañana mejor para sus muchachos y entendió que era más importante prevenir que golpear, acompañar que castigar, que lo decisivo era curar heridas, humanizar, abrir a la experiencia religiosa, ofrecer sentido y esperanza.
Subió por los andamios, se coló en las cárceles, se adentró en los suburbios, visitó a ministros y a nobles reclamando derechos para sus muchachos, mendigó el pan ante los poderosos. Acometió grandes empresas para ofrecer una casa, una escuela, una familia y un futuro a todos los que estaban en el margen de la historia.
Somos muchos los que nos hemos sentido seducidos por su carisma y su manera de entender la educación como cosa del corazón. Hemos comprendido que la preventividad no es sólo un método educativo, sino un estilo de vida que nos hace solícitos, generosos, solidarios con los más débiles, con los que sufren, con los últimos. Somos un buen puñado de hombres y mujeres los que, inspirados en Don Bosco, queremos seguir compartiendo el pan de la educación, de la justicia, de la esperanza con los jóvenes que viven en el margen de nuestra sociedad, a los que se les niega el derecho de ser protagonistas de su propio futuro.
Ser educador con estilo salesiano es mirar la realidad con la mirada de Don Bosco: una mirada compasiva y solidaria, creativa y emprendedora, comprometida hasta la temeridad. Es descubrir que el corazón con sus razones es el verdadero motor de toda transformación decisiva, de todo esfuerzo de humanización. Ser educador como Don Bosco es vivir de forma apasionada, tenaz y esperanzada, confiando en que el Reino de Dios, Dios como ternura infinita, instaure en esta historia la paz y la justicia para todos.
Y hemos decidido arremangarnos los brazos y comprometernos al lado de los más pequeños, de los más vulnerables, de los excluidos de nuestro mundo. Y a ello dedicamos nuestros mejores esfuerzos inspirados en Jesús, el Señor, que vivió y murió par los pequeños y los pobres. Apostamos por un humanismo inspirado en el Evangelio, por la educación preventiva, por el protagonismo de los jóvenes, y por el compromiso con la justicia y los derechos de los más débiles.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez