sábado, 27 de diciembre de 2008

31 de diciembre de 1871

Mis queridos amigos:
En diciembre de 1871 Don Bosco cayó gravemente enfermo mientras visitaba la casa salesiana de Varazze. Con 56 años, el santo sacerdote estaba agotado y una larga enfermedad estuvo a punto de acabar con su vida.
¿Qué ocurrió? En realidad la situación no ha sido determinada con precisión por sus biógrafos. Los médicos diagnosticaron “fiebres miliares” con fuertes erupciones cutáneas y abundante sudor. El sistema nervioso estaba tocado. Don Bosco no se había reservado para sí y su extenuante ritmo de trabajo lo ponía, por segunda vez, al borde la muerte.
A mitad de diciembre todos pensaban que Don Bosco se moría. Se confesó y le llevaron el Viático. Sus muchachos en Turín no paraban de rezar por el padre de la casa y no pocos ofrecieron su vida por su curación. Los médicos eran pesimistas ante la persistencia de la fiebre y el organismo cada vez más debilitado.
De aquel tiempo se conserva en la casa salesiana de Varazze un cuadro original y poco conocido de un autor anónimo que retrató a Don Bosco en aquellas penosas circunstancias. Es el retrato de un hombre sufriente, muy delgado, con los ojos caídos y las mejillas, la frente y la barbilla cubiertas de placas enrojecidas. Con los dolores reumáticos y el brazo derecho semiparalizado, Don Bosco fue fuertemente probado por el dolor en aquel final de año de 1871. Un día, durante la enfermedad, dijo a quien le cuidaba que tenía la sensación como de quien tiene “la mano metida en una caldera hirviendo”.
Aún en medio del dolor, Don Bosco tenía su corazón y su mente en Turín. El 31 de diciembre dictó, desde la cama, el tradicional “aguinaldo” que solía proponer a sus muchachos y a sus salesianos a modo de proyecto espiritual para el nuevo año. Con algún añadido, la propuesta fue: “Sed un ejemplo de buenas obras”.
Don Bosco, en un estado físico lamentable, no dejaba de pensar en sus salesianos y en sus muchachos. Su sistema educativo traspiraba por los poros de su piel malherida. Parecía decirnos que no podemos educar, no podemos pretender cambiar las cosas si no somos los primeros en vivir con coherencia la vida cotidiana. Su pequeño y maltrecho cuerpo estaba agotado y casi inmóvil en una cama a muchos kilómetros de Turín, pero su pasión apostólica hacía volar su mente hasta los patios del oratorio, hasta los salesianos de la recién fundada Congregación, hacia sus muchachos.
Don Bosco recibió con alegría la bendición del Papa Pio IX el día 5 de enero de 1872. Siempre estuvo convencido de que su curación fue efecto de la gracia de aquella, sobre todo cuando la mejoría fue palpable algunos días más tarde. El 14 de enero pudo levantarse de la cama durante algunas horas y poco a poco fueron desapareciendo las erupciones de la piel hasta que el día 30 pudo viajar a Alassio para descansar mejor durante una temporada.
Al final de este año 2008, recordamos aquel episodio que mantuvo a Don Bosco fuera de su casa durante tres meses. Sin embargo, aún recuperará fuerzas para seguir adelante con su inmenso proyecto ¡Quedaba tanto por hacer! Ni siquiera después de la gravedad de aquellas semanas paró el ritmo ni se reservó lo más mínimo. Hasta el final, se gastará hasta la extenuación para llevar adelante la obra que Dios había puesto en sus manos.
Con el aguinaldo de aquel año, parecía decirse a sí mismo, nos dice a nosotros, yo voy por delante. Seguid a mi lado. Y sabemos bien que, junto a él - siguiendo al único Maestro -, la vida se entrega toda, sin reservas, hasta el final.
Buen deseo para el nuevo año ¿no te parece? Mirando a Don Bosco, “seamos un ejemplo de buenas obras”. El mundo será un poco mejor.
Feliz año 2009.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

miércoles, 24 de diciembre de 2008

¡Feliz Navidad!

"El Señor os dará una señal: mirad, la joven está en cinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros" (Is 7, 14).
Mis queridos amigos:
Un saludo muy cordial y mi cariñosa felicitación navideña.
Dicen que la Navidad de este año será “la más oscura de los últimos quince años” por la dichosa crisis económica, en la que nos han metido agentes políticos y económicos por su falta de previsión, por su codicia personal y empresarial, por sus manipulaciones interesadas, que olvidan la economía real y sobre todo a la gente normal en su vida cotidiana. Debemos mantenernos informados sobre lo que ocurre y ser siempre críticos con todo poder que no respete a las personas y que vaya en contra de la humanización de este mundo según el corazón de Dios.
A pesar de todo esto, el adviento nos recuerda que la Luz de Dios Padre vino a este mundo, encarnada en Jesús. Y desde entonces no hay oscuridad o tiniebla que sea definitiva para quien crea en el amor misericordioso de Dios, revelado en su Hijo. El Espíritu de Jesús sostiene nuestra espera y nos mantiene en la esperanza, de que ya la salvación está presente en la historia, y nada ni nadie puede acabar con ella.
Por tanto nuestra Navidad sigue siendo luminosa y debe ser fuente de felicidad auténtica. Y al mismo tiempo nos recuerda que los primeros que vieron la Luz de Dios fueron los pastores, los pobres, los marginados, los que no tienen hogar. Mis queridos amigos, vivamos con alegría este tiempo, sabiendo compartir lo que somos y tenemos con los destinatarios privilegiados del mensaje de Jesús, los pobres de las nuevas y antiguas pobrezas, que siguen ahí con su presencia lacerante y opaca.
Os deseo también un feliz Año Nuevo. En este año 2009 celebramos el 150 aniversario de la fundación de la congregación salesiana. Que sea un estímulo para renovar nuestro compromiso evangelizador, siguiendo las huellas de Don Bosco, en un mundo tan necesitado de luz, de esperanza, de sentido y de ternura.
Pido a Dios por todos vosotros y por vuestras familias. Que María, la Madre del Señor, nuestro auxilio, nos acompañe siempre en nuestro camino, como estrella que nos guía, como Madre que nos alienta y sostiene.
Feliz Navidad con todo cariño.
Un abrazo fuerte de vuestro amigo. José Miguel

domingo, 21 de diciembre de 2008

El frio invierno y la estrella

Mis queridos amigos:
En el “Memorial del Oratorio de San Francisco de Sales (1844-1849)” redactado por el teólogo Borel, fiel colaborador de Don Bosco, leemos la siguiente anotación:
“El domingo 13 de julio, toma de posesión de San Martín. El IV domingo de adviento, abandonado San Martín”.
Nos situamos en el año 1845. Don Bosco y unos cuantos sacerdotes se ocupaban desde hacía meses de un numeroso grupo de jóvenes con los que dieron inicio al catecismo y al propio Oratorio de San Francisco de Sales. Estos primeros momentos del oratorio, lo sabemos bien, constituyeron un auténtico éxodo. Tras la apertura del Ospedaletto a principios de agosto, obra benéfica de la Marquesa Barolo, hubo que buscar otro lugar para la acogida de los muchachos al tener que prescindir de los locales usados hasta el momento. El oratorio se hizo itinerante y la incipiente obra vivió un largo peregrinar (San Pietro in Vincoli, Mulini Dora, casa Moretta, prato Filippi) hasta encontrar una sede estable en Valdocco.
El teólogo Borel se refiere, en su anotación, a la llegada y salida del oratorio de la Iglesia de San Martín, en los molinos Dora. Tras haber pasado allí varios meses, el 14 de noviembre se les comunicó que no podrían usar más dicha capilla tras las protestas de la población por las molestias de los muchachos que en sus juegos y correrías no paraban de gritar y armar jaleo.
A la intemperie, el crudo invierno turinés ponía a prueba a Don Bosco y a sus colaboradores. Por primera vez, con más ilusión que posibilidades económicas, se decidió a alquilar tras habitaciones de una casa cercana al Refugio, a un sacerdote llamado G. A. Moretta para el catecismo de sus muchachos. Semanas más tarde hará lo mismo con un prado cercano propiedad de los hermanos Filippi.
La estancia en casa Moretta durará de diciembre de 1845 a abril de 1946. De nuevo, las quejas de los inquilinos de la casa por las molestias de los muchachos, provocarán que los dueños no renueven el contrato con Don Bosco y, por consiguiente, se hará necesario un nuevo traslado del oratorio.
Duro invierno el de aquellos meses en los que el frio y la oscuridad no eran sólo ambientales. El número de jóvenes crecía y las necesidades se multiplicaban. De casa en casa, parecía que todas las puertas se cerrasen porque para aquellos jóvenes sucios y desarrapados no había sitio en la posada.
Debe ser el destino de los últimos. De los que no importan a nadie. Fue así hace muchos siglos en un lugar de Judea y sigue ocurriendo en tantas partes del mundo. Los más pobres son molestos y son excluidos del sistema.
Cercanos a la Navidad, en tiempos de crisis y recesión económica, el invierno se hace más duro para los que menos tienen. Las puertas siguen cerradas para los que llaman en mitad de la noche, en la oscuridad de la vida, ateridos por el frio del abandono, la soledad o el sinsentido
Habrá que seguir buscando. Quizás una humilde tettoia, un almacén, un prado… Valdocco. Para que muchos que no tienen hogar – ni futuro hacia el que caminar – encuentren la lumbre encendida y el calor del fuego amigo que les abrigue el alma.
En Valdocco, como en Belén, una luz brilló intensamente para cuantos acogieron el misterio del Dios-con-nosotros que se hace abrazo, acogida, casa, futuro, salvación… en la humildad de un cobertizo porque no había sitio para ellos en la posada. Hoy se hace urgente volver a seguir la estrella.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

domingo, 14 de diciembre de 2008

Nos llamaremos Salesianos

Mis queridos amigos:
El año 1859 fue especialmente importante para los proyectos de Don Bosco y la naciente obra de los Oratorios en Turín.
El santo sacerdote hacía tiempo que venía dándole vueltas a la idea de fundar una congregación religiosa. Eran tiempos difíciles para tal empresa después de las leyes anticlericales promulgadas en Italia algunos años antes. Pero el consejo del propio ministro Ratazzi de fundar una sociedad que mantuviera los compromisos civiles de sus miembros y el apoyo de Pio IX - en la visita que el propio Don Bosco hizo al Santo Padre en 1858 - recomendándole que los socios se comprometieran con votos religiosos, dieron al director del Oratorio la orientación definitiva para su proyecto.
Años antes, Don Bosco fue poco a poco preparando el terreno. A sus mejores muchachos los fue orientando en el discernimiento vocacional y en la opción sacerdotal. Los clérigos Reviglio, Rua, Francesia, Cagliero…, jóvenes del oratorio que crecieron junto a Don Bosco, constituyeron el primer núcleo de la futura Congregación.
En 1852, Don Rua recoge en un acta la reunión tenida en las habitaciones de Don Bosco en la que el santo proponía a un grupo de jóvenes la práctica de algunos ejercicios de piedad semanales. Dos años más tarde, comprometía a cuatro de ellos en un “ejercicio práctico de caridad hacia el prójimo”. Desde aquel día, escribe Don Rua, “fue puesto el nombre de salesianos a los que se propusieron y se propondrán dicho ejercicio”.
Y así, en la sencillez de estas palabras, en la noche del 26 de enero de 1854, se plantaba la semilla de la Congregación Salesiana. Meses más tarde, Miguel Rua hizo votos privados ante Don Bosco.
El momento definitivo llegó en 1859. El 18 de diciembre, después de una semana de reflexión, acudieron a la habitación de Don Bosco para responder explícitamente a su propuesta. El acta de la fundación de la Congregación ha guardado celosamente los nombres de los que se comprometieron definitivamente con Don Bosco aquella noche: Don Vitorio Alasonatti, Don Angelo Savio; el diácono Miguel Rua; los clérigos Juan Bonetti, Juan Cagliero, Carlos Ghiravello, Juan Bautista Francesia, Segundo Pettiva, José Bongiovanni, Domingo Ruffino, Celestino Durando, Juan Bautista Anfossi, Antonio Rovetto, Francesco Cerruti.
Aquellos primeros “salesianos” se propusieron trabajar en “la obra de los oratorios con espíritu de caridad a favor de la juventud abandonada y en peligro”.
Tras la reunión de fundación, quedaba un largo camino para el reconocimiento de la Congregación y la aprobación de las Constituciones por la Santa Sede. Pero el momento del 18 de diciembre tiene la portada de los grandes acontecimientos. Quedará para siempre en la historia de nuestra familia como un momento fundante al que volver con el corazón agradecido y el compromiso de una constante y siempre creativa renovación carismática.
El 18 de diciembre de 2008 comenzamos un año el que celebraremos el 150 aniversario de la fundación de la Congregación Salesiana. Es una oportunidad para agradecer a Dios tanto don y ocasión propicia para un retorno a Don Bosco en el espíritu de aquellos primeros tiempos preñados de esperanza. La semilla, no nos cabe duda, ha fructificado el ciento por uno.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

martes, 9 de diciembre de 2008

Pan, trabajo y paraíso

Mis queridos amigos:
Cuántas veces le preguntaría Don Bosco a sus muchachos: “¿Te quieres quedar con Don Bosco?”. La mirada asombrada e ilusionada de muchos de ellos expresaba de forma elocuente el deseo de un “si” largamente acariciado y esperado. Y para todos la promesa: “te prometo pan, trabajo y paraíso”. Sonó tan creíble la propuesta que muchos no dudaron y el corazón joven y apasionado de Juan Cagliero exclamó: “Fraile o no fraile… ¡me quedo con Don Bosco!”.
Así fue siempre. Don Bosco les ofrecía el pan de cada día que no habría de faltar nunca en la mesa del pobre. Y aunque no hubiera más que un pedazo, lo partiría a medias con ellos. Sus chavales sabían que era cierto.
Pero les aseguraba también el pan de la Eucaristía, el pan tierno del encuentro con Jesucristo, el Señor de la vida; y con El, les ofrecía el trigo limpio de la educación, la blanca harina del cariño y la amistad, la levadura de un futuro nuevo que sería amasado – les decía - con esfuerzo y compromiso.
Incansable y tenaz, Don Bosco repetía a sus muchachos: “trabajo, trabajo, trabajo...”. Era su santo y seña; era su manera de ser pobre, de vivir la austeridad, de comprender la solidaridad con los más necesitados. En su casa, los jóvenes y sus primeros salesianos aprendieron el valor del sacrificio y del empeño en las tareas cotidianas. En nuestra familia hemos comprendido que nuestro tiempo es para los jóvenes, que no nos pertenece, que somos hijos de un trabajador infatigable ¡Una auténtica experiencia de espiritualidad!
Pero les prometió también a sus muchachos el Paraíso: “¿A dónde va, Don Bosco?”, le preguntaban algunos cuando se cruzaban a toda prisa con él por los pasillos, los patios, las calles de Turín… “¡Al paraíso!”, les respondía.
La mirada en el horizonte, más allá de la acostumbrada rutina o del mortecino vivir. Creativo y emprendedor, caminaba con los pies en el suelo pero con la convicción - aún en medio de grandísimas dificultades - de que “un trozo de paraíso lo arregla todo”.
Así vivió y así murió el santo de los jóvenes: avivando sueños que parecían imposibles y alentando esperanzas perdidas; adelantando el cielo para sus muchachos cuando el suelo era, tantas veces, un pequeño infierno porque en el margen no hay oportunidades a las que agarrarse si alguien no te tiende su mano.
Gastado hasta la extenuación, se despidió de ellos con un inmenso abrazo de padre y estableciendo un pacto con la eternidad: “Di a mis queridos jóvenes que los espero a todos en el paraíso”.
Sus muchachos, en el Oratorio de Valdocco, comprendieron que Don Bosco era amigo de Dios. Domingo Savio, y como él tantos otros, vivieron una experiencia tan intensa junto a él que expresaron con su vida santa que el cielo no puede esperar “¡Qué cosas más hermosas veo!”. Y desde aquel momento en la casa de Don Bosco se hizo consistir la santidad en estar muy alegres.
Hoy resuena para ti la misma pregunta que escucharon muchos chicos en Valdocco: ¿Quieres quedarte con Don Bosco? Piénsalo en primera persona. En la familia salesiana te ofrecemos pan, trabajo y paraíso. Como a Cagliero, no te importe qué dirán de ti o cómo te las vas a arreglar. Sencillamente, quédate con Don Bosco.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez