lunes, 9 de noviembre de 2009

"PARA MÍ, DON BOSCO ES UN MISTERIO"

Mis queridos amigos:
Siendo Don Bosco joven sacerdote hubo de sufrir en más de una ocasión la incomprensión de sus coetáneos y compañeros en el ministerio. La personalidad de Don Bosco era arrolladora y su creatividad pastoral así como su impulso apostólico, no cuadraban demasiado bien con los cánones de la época que atribuían al estado clerical cierta gravedad y compostura.
El clero de Turín no alcanzaba a comprender a aquel sacerdote joven y lleno de vitalidad que andaba siempre rodeado de niños y jóvenes harapientos y maleducados, gente baja sin oficio ni beneficio que no hacía más que provocar malestar y amedrentar a una sociedad bien estante en la que parecía no haber sitio para ellos.
Don Bosco andaba adelante sin hace mucho caso de las habladurías y tratando de abrirse paso entre las dificultades para poder percibir mejor la misión que Dios le tenía encomendada. No dejó de visitar las cárceles ni de congregar un número cada mayor de jóvenes en el patio de la parroquia de San Francisco de Asís, en el Convicto o en los locales del pequeño hospital de Santa Filomena, propiedad de la Marquesa de Barolo.
Lo cierto es que su trabajo y su acción pastoral a favor de los jóvenes abandonados y en peligro de exclusión social no dejaba indiferente a nadie y muchos no lograban entenderlo. Interrogado sobre este asunto el Director del Convicto Eclesiástico y confesor de Don Bosco, Don Cafasso, éste respondió:

“¿Sabéis vosotros quién es Don Bosco? Yo, cuanto más lo conozco, menos lo entiendo. Lo veo simple y extraordinario, humilde y grande, pobre y con vastísimos planes. Contrariado, incapaz casi, sale airoso de sus empresas. ¡Para mí Don Bosco es un misterio! Pero estoy seguro de que trabaja por la gloria de Dios. Dios lo guía. Dios sólo es el fin de sus acciones”.

Las sabias palabras de Don Cafasso expresaban a la perfección la admiración y la sorpresa que le producía aquel joven sacerdote inquieto, tenaz y algo testarudo. Pero el buen confesor sabía que en Don Bosco había mucho de Dios. Será que los santos se reconocen entre sí. Sea como fuere, sabía que había que dejarlo hacer.
Un misterio sí, pero conducido por la mano de Dios. Era imposible, de no ser así, entender el ingente trabajo sostenido por el celo pastoral a favor de las almas de aquel hijo de campesinos que se empeñó en discernir la voluntad de Dios sobre su vida en medio de las cárceles y en los arrabales de la ciudad.
Un misterio, si, pero alentado por la fuerza del Espíritu que le impulsó a declinar la oferta de buenos servicios pastorales con pingües ingresos y estabilidad de por vida para optar por la incertidumbre de un trabajo con jóvenes desarrapados y marginales que sólo creaban problemas y que para muchos eran sólo carne de presidio.
Un misterio, si, pero sostenido por la fuerza inexpugnable de la fe que se hacía esperanza cierta contra viento y marea porque encendido por una caridad comprometida y solidaria.
Don Cafasso lo intuyó bien. Sólo Dios lo guiaba. Sólo Dios. Y Él le dio “piernas de gacela y le hizo caminar por las alturas”. Aunque muchos no lo llegaran a entender. Es lo que sucede cuando se camina con la mirada en el suelo.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

lunes, 2 de noviembre de 2009

Y LOS SUEÑOS... ¿SUEÑOS SON?

Mis queridos amigos:
Sabemos bien que Don Bosco fue un soñador. Soñaba despierto… pero también soñaba... de verdad. Mucho se ha escrito sobre los sueños de Don Bosco tratando de encontrar una explicación razonable de un fenómeno que para muchos es un signo de la Providencia de Dios y para otros encuentra su lógica en fenómenos parapsicológicos o extrasensoriales. Hay quien afirmará que son sólo recursos educativos utilizados pedagógicamente por el santo y no pocos coincidirán con la opinión de la abuela de Giovannino, quien al contar éste el sueño conocido como de los nueve años aseveró que “no hay que hacer caso de los sueños”.
Pero ¿qué pensaba Don Bosco de sus sueños? En las Memorias Biográficas nos dejó su testimonio:

“Durante los primeros años iba yo despacio en prestar a estos sueños la fe que merecían. Muchas veces pensaba que eran juegos de la fantasía. Al contar aquellos sueños, al anunciar muertes inminentes, predecir el futuro, muchas veces me quedé con la duda por no fiarme de haber entendido o temiendo decir alguna mentira. Algunas veces me confesé con don Cafasso de este mi aventurado modo de hablar. Me escuchó, pensó un momento y después me dijo: ‘desde el momento en que todo lo que dice se cumple, esté tranquilo y siga así’. Pero, sólo unos años después, cuando murió el joven Casalegno y lo vi en el ataúd sobre dos sillas en el pórtico, igual que en el sueño, ya no dudé en creer firmemente que aquellos sueños eran avisos del Señor”.

Aunque no tenemos certeza histórica de todas las fuentes que han llegado hasta nosotros, lo cierto es que es innegable la realidad de los sueños en la vida de Don Bosco. Realidad que solo podrá ser entendida adecuadamente si se encuadra en el contexto global de su vida y de su experiencia religiosa.
Don Bosco es un educador, pero un educador “santo”, es decir, un hombre creyente con una fuerte experiencia de Dios. Desde esta clave, los sueños remiten a una experiencia sobrenatural que el propio soñador sólo entenderá progresivamente y a medida que éstos se cumplen en la realidad cotidiana. Muchas veces pensó que eran "juegos de la fantasía”, pero poco a poco aprendió a percibir, en el contexto global de su experiencia religiosa, la presencia de lo sobrenatural.
Sin entrar en mérito de la mayor o menor historicidad de el conjunto de los sueños de Don Bosco, si es posible afirmar el fenómeno y la lectura que el propio sacerdote va haciendo de esta experiencia. A medida que su obra iba adelante y la conciencia de su misión fue afianzándose, Don Bosco llegó a la conclusión de que aquellos sueños eran “avisos del Señor”. Era su manera concreta de leer la globalidad de su experiencia como apóstol y misionero de los jóvenes que se siente llevado de la mano por Aquel que le ha escogido y amado.
La presencia de lo sobrenatural en la vida y en la obra del Padre y Maestro de los jóvenes es extraordinaria. Su capacidad soñadora sólo puede ser leída desde esta experiencia de Dios que realiza obras grandes con los pequeños y a los pobres. Por sus frutos los conoceréis ¿O no?
Vuestro amigo, José Miguel Núñez