Queridos amigos:
Todos sabemos del amor incondicional de Don Bosco hacia el Sucesor de Pedro. Durante toda su vida alimentó un afecto filial hacia el papa de Roma y así lo quiso transmitir también a sus muchachos y posteriormente a sus salesianos. Reconocía una y otra vez ante sus hijos que cualquier fatiga sería siempre poca con tal de servir a la Iglesia.
No eran tiempos fáciles para el papado ni para la Iglesia en general que sufría los envites del movimiento liberal marcado por un fortísimo anticlericalismo. En 1860 se produjeron importantes tensiones entre la Iglesia y el movimiento de la nueva Italia que se estaba forjando poco a poco. Los estados pontificios estaban seriamente amenazados y los territorios que circundaban Roma estudiaban anexionarse al Piamonte.
Pio IX, ante las amenazas, reaccionó violentamente y excomulgó a los impulsores de tal expolio. La tensión con la sede de Pedro era cada vez mayor y defender la causa de Pio IX no resultaba fácil en ninguna parte. En Turín, los defensores del Pontífice se veían amenazados y en no pocos casos vigilados y vejados. En el Oratorio de Valdocco, en aquel verano de 1860 se sufrieron varios registros bajo la acusación de propaganda a favor de la causa del Papa y en contra de los liberales que era como querer frenar la libertad y el progreso.
Es de imaginar la indignación de Don Bosco por los acontecimientos que se estaban viviendo. No solo por el asedio al Oratorio sino, sobre todo, por la amenaza contra la Iglesia católica en la persona de su cabeza, el Obispo de Roma y primado de la Iglesia universal. En este contexto se sitúa el gesto entrañable de la colecta de los chicos del Oratorio para apoyar simbólicamente al Papa y mostrar su adhesión al Vicario de Cristo.
Una curiosa carta de Don Bosco a Miguel Rua se entiende mejor en esta perspectiva de asechanza contra la Iglesia católica y la tensión que el mismo Don Bosco debía estar viviendo a causa de estos acontecimientos. El joven Rua se preparaba inmediatamente a su ordenación sacerdotal. Desde el lugar donde estaba haciendo sus ejercicios espirituales escribe a Don Bosco pidiéndole algunos consejos. Don Rua le escribe en francés y Don Bosco le responde en latín:
“Al queridísimo hijo Miguel Rua al que saludo en el Señor:
Me has enviado una carta escrita en francés y has hecho bien. Sé francés sólo en la lengua y en el hablar, pero de ánimo, de corazón y de obras sé intrépida y generosamente romano”.
Le siguen a estas observaciones algunos consejos en vistas a la ordenación. Curiosa anotación de nuestro padre preocupado, sin duda, por el momento difícil que atraviesa el papado que para él es la causa de la catolicidad.
Don Rua no olvidaría esta recomendación. Será, él también como hijo de Don Bosco, ardiente defensor de la Iglesia representada en el Romano Pontífice. A pesar de los graves problemas que debió afrontar muchos años más tarde - siendo ya Rector Mayor - con la Santa Sede, su docilidad y fidelidad a la Santa Iglesia Romana permanecieron siempre inalterables. Romano de ánimo y de corazón.
Tal fue el amor que Don Bosco, con el lenguaje y la teología de su tiempo, supo inculcar a sus hijos en los que se refiere al Papa y a la defensa de la Iglesia católica. La futura congregación salesiana nacería bajo el signo de la fidelidad a la verdadera Iglesia de Jesucristo y al Sucesor de Pedro.
Todos sabemos del amor incondicional de Don Bosco hacia el Sucesor de Pedro. Durante toda su vida alimentó un afecto filial hacia el papa de Roma y así lo quiso transmitir también a sus muchachos y posteriormente a sus salesianos. Reconocía una y otra vez ante sus hijos que cualquier fatiga sería siempre poca con tal de servir a la Iglesia.
No eran tiempos fáciles para el papado ni para la Iglesia en general que sufría los envites del movimiento liberal marcado por un fortísimo anticlericalismo. En 1860 se produjeron importantes tensiones entre la Iglesia y el movimiento de la nueva Italia que se estaba forjando poco a poco. Los estados pontificios estaban seriamente amenazados y los territorios que circundaban Roma estudiaban anexionarse al Piamonte.
Pio IX, ante las amenazas, reaccionó violentamente y excomulgó a los impulsores de tal expolio. La tensión con la sede de Pedro era cada vez mayor y defender la causa de Pio IX no resultaba fácil en ninguna parte. En Turín, los defensores del Pontífice se veían amenazados y en no pocos casos vigilados y vejados. En el Oratorio de Valdocco, en aquel verano de 1860 se sufrieron varios registros bajo la acusación de propaganda a favor de la causa del Papa y en contra de los liberales que era como querer frenar la libertad y el progreso.
Es de imaginar la indignación de Don Bosco por los acontecimientos que se estaban viviendo. No solo por el asedio al Oratorio sino, sobre todo, por la amenaza contra la Iglesia católica en la persona de su cabeza, el Obispo de Roma y primado de la Iglesia universal. En este contexto se sitúa el gesto entrañable de la colecta de los chicos del Oratorio para apoyar simbólicamente al Papa y mostrar su adhesión al Vicario de Cristo.
Una curiosa carta de Don Bosco a Miguel Rua se entiende mejor en esta perspectiva de asechanza contra la Iglesia católica y la tensión que el mismo Don Bosco debía estar viviendo a causa de estos acontecimientos. El joven Rua se preparaba inmediatamente a su ordenación sacerdotal. Desde el lugar donde estaba haciendo sus ejercicios espirituales escribe a Don Bosco pidiéndole algunos consejos. Don Rua le escribe en francés y Don Bosco le responde en latín:
“Al queridísimo hijo Miguel Rua al que saludo en el Señor:
Me has enviado una carta escrita en francés y has hecho bien. Sé francés sólo en la lengua y en el hablar, pero de ánimo, de corazón y de obras sé intrépida y generosamente romano”.
Le siguen a estas observaciones algunos consejos en vistas a la ordenación. Curiosa anotación de nuestro padre preocupado, sin duda, por el momento difícil que atraviesa el papado que para él es la causa de la catolicidad.
Don Rua no olvidaría esta recomendación. Será, él también como hijo de Don Bosco, ardiente defensor de la Iglesia representada en el Romano Pontífice. A pesar de los graves problemas que debió afrontar muchos años más tarde - siendo ya Rector Mayor - con la Santa Sede, su docilidad y fidelidad a la Santa Iglesia Romana permanecieron siempre inalterables. Romano de ánimo y de corazón.
4 comentarios:
¡¡Malos tiempo corría para la Iglesia en tiempo de D. Bosco!!
Su fidelidad a la cabeza de la iglesia fue ejemplar.
Hoy no dista mucho de aquellos tiempos, creo que siguen las dificultades y ataques, sobre nuestro Papa. Siendo realista y sintiéndome parte de la Iglesia, creo que las dificultades nos afectan a todos.
Siguiendo los consejos de nuestro fundador, oro todos los días por él y su clero.
“ORACIÓN POR EL PAPA
Oh Jesús, Rey y Señor de la Iglesia: renuevo en tu presencia mi adhesión incondicional a tu vicario en la tierra, el Papa. En él Tú has querido mostrarnos el camino seguro y cierto que debemos seguir en medio de la desorientación, la inquietud y el desasosiego. Creo firmemente que, por medio de él, Tú nos gobiernas, enseñas, santificas, y bajo su cayado formamos la verdadera Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Concédeme la gracia de amar, vivir y propagar como hijo fiel sus enseñanzas. Cuida su vida, ilumina su inteligencia, fortalece su espíritu, defiéndelo de las calumnias y de la maldad. Aplaca los vientos erosivos de la infidelidad y la desobediencia, y concédenos que, en torno a él, tu Iglesia se conserve unida, firme en el creer y en el obrar, y sea así el instrumento de tu redención. Así sea.”
Un abrazo en Cristo. Josefa
Muy bonita la historia de la colecta de los chicos del Oratorio para apoyar al Papa que te leimos en el Boletin Salesiano (España). La hemos referenciado en el blog de la Asociacion de la Trinidad.
Un fuerte abrazo.
Antiguo Alumno de Don Bosco.
Gracias, Fernando.Un saludo cordial a todos los amigos de la querida Asocicación de la Trinidad. Un abrazo. Pepe
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