Mis queridos amigos:
Hace tan solo unas semanas me encontraba en Valdocco y tuve la oportunidad de disponer de una mañana entera para estar tranquilo, reflexionar y rezar en la capilla Pinardi. No pude evitar sentir, como tantas otras veces cuando vuelves a casa después de un largo tiempo, una emoción sin límites al recordar nuestra historia, nuestros orígenes y, sobre todo, a nuestro padre.
Todo comenzó en un cobertizo. Hoy, la capilla Pinardi recuerda con un estupendo fresco del Resucitado en el frontal de la pequeña iglesia que aquel domingo de abril, cuando Don Bosco y sus muchachos llegaron a aquel lugar, era Pascua. Él mismo lo recuerda en las Memorias del Oratorio:
“Reuní a los chicos a mi alrededor y me puse a gritar con voz potente: ‘Ánimo, hijos míos, ya tenemos un Oratorio más estable que en el pasado; tendremos iglesia, sacristía, locales para clases y terreno para jugar. El domingo iremos al nuevo Oratorio que se encuentra allá en casa Pinardi’, y les señalaba el lugar (…) Al domingo siguiente, solemnidad de Pascua, 12 de abril, trasladamos todos los enseres de la iglesia y los juegos, para tomar posesión del nuevo local”.
Don Bosco recordó bien aquella fecha. Era Pascua de Resurrección. Como si de un nuevo renacer se tratase, como si Cristo Resucitado, liberado de los lazos de la muerte, abriese de nuevo en dos el mar para que Don Bosco y sus muchachos, atravesando hacia la otra orilla, llegasen la tierra prometida: Valdocco era el cumplimiento del sueño, el lugar señalado por Dios para llevar adelante su obra liberadora a favor de los jóvenes más abandonados y en peligro.
Y lo cierto es que la espiritualidad salesiana, nacida al hilo de la vida en aquellos años de acción significativa del Espíritu, es profundamente pascual. Es una espiritualidad de la vida nueva, de la alegría y de la fiesta, de la confianza en el Padre, de la oportunidad – siempre actual – de recomenzar para aquellos muchachos que han perdido expectativas en el margen de la historia.
Es una espiritualidad muy pegada a la realidad pero profunda y con hondas raíces. Sencilla en sus formas pero con la frescura de quien bebe cada día en las fuentes más auténticas del encuentro con el Resucitado en la Eucaristía, en la Palabra, en la entrega a los que más lo necesitan.
Así educó Don Bosco a sus muchachos. Así seguimos viviendo todos los que hemos respirado el aire del carisma salesiano. Lo recordaba hace unos días ante el imponente Cristo Resucitado que preside el templo a Don Bosco en I Becchi. Justo sobre el lugar donde Don Bosco nació, la imagen del Resucitado nos recuerda que Dios envió a un hombre, cuyo nombre era Juan, e hizo de él buena noticia liberadora para los jóvenes de todos los tiempos y de su historia, historia salvadora.
Como una nueva creación, la obra salesiana es el cumplimiento de la promesa de Dios. Su Hijo nos ha invitado al banquete del Reino y ha hecho de nosotros personas nuevas.
Hoy, los salesianos y los que compartimos corresponsablemente el espíritu y la misión de San Juan Bosco, como testigos del Resucitado estamos comprometidos a acompañar a los jóvenes hacia une tierra nueva que mana leche y miel.
Cuando dentro de unos días celebremos la Pascua, no nos olvidemos que hay caminos nuevos por los que caminar, junto a los jóvenes, hacia la estatura de Jesucristo, el Señor de la Vida.
Buena semana. Buena Pascua del Señor.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
Hace tan solo unas semanas me encontraba en Valdocco y tuve la oportunidad de disponer de una mañana entera para estar tranquilo, reflexionar y rezar en la capilla Pinardi. No pude evitar sentir, como tantas otras veces cuando vuelves a casa después de un largo tiempo, una emoción sin límites al recordar nuestra historia, nuestros orígenes y, sobre todo, a nuestro padre.
Todo comenzó en un cobertizo. Hoy, la capilla Pinardi recuerda con un estupendo fresco del Resucitado en el frontal de la pequeña iglesia que aquel domingo de abril, cuando Don Bosco y sus muchachos llegaron a aquel lugar, era Pascua. Él mismo lo recuerda en las Memorias del Oratorio:
“Reuní a los chicos a mi alrededor y me puse a gritar con voz potente: ‘Ánimo, hijos míos, ya tenemos un Oratorio más estable que en el pasado; tendremos iglesia, sacristía, locales para clases y terreno para jugar. El domingo iremos al nuevo Oratorio que se encuentra allá en casa Pinardi’, y les señalaba el lugar (…) Al domingo siguiente, solemnidad de Pascua, 12 de abril, trasladamos todos los enseres de la iglesia y los juegos, para tomar posesión del nuevo local”.
Don Bosco recordó bien aquella fecha. Era Pascua de Resurrección. Como si de un nuevo renacer se tratase, como si Cristo Resucitado, liberado de los lazos de la muerte, abriese de nuevo en dos el mar para que Don Bosco y sus muchachos, atravesando hacia la otra orilla, llegasen la tierra prometida: Valdocco era el cumplimiento del sueño, el lugar señalado por Dios para llevar adelante su obra liberadora a favor de los jóvenes más abandonados y en peligro.
Y lo cierto es que la espiritualidad salesiana, nacida al hilo de la vida en aquellos años de acción significativa del Espíritu, es profundamente pascual. Es una espiritualidad de la vida nueva, de la alegría y de la fiesta, de la confianza en el Padre, de la oportunidad – siempre actual – de recomenzar para aquellos muchachos que han perdido expectativas en el margen de la historia.
Es una espiritualidad muy pegada a la realidad pero profunda y con hondas raíces. Sencilla en sus formas pero con la frescura de quien bebe cada día en las fuentes más auténticas del encuentro con el Resucitado en la Eucaristía, en la Palabra, en la entrega a los que más lo necesitan.
Así educó Don Bosco a sus muchachos. Así seguimos viviendo todos los que hemos respirado el aire del carisma salesiano. Lo recordaba hace unos días ante el imponente Cristo Resucitado que preside el templo a Don Bosco en I Becchi. Justo sobre el lugar donde Don Bosco nació, la imagen del Resucitado nos recuerda que Dios envió a un hombre, cuyo nombre era Juan, e hizo de él buena noticia liberadora para los jóvenes de todos los tiempos y de su historia, historia salvadora.
Como una nueva creación, la obra salesiana es el cumplimiento de la promesa de Dios. Su Hijo nos ha invitado al banquete del Reino y ha hecho de nosotros personas nuevas.
Hoy, los salesianos y los que compartimos corresponsablemente el espíritu y la misión de San Juan Bosco, como testigos del Resucitado estamos comprometidos a acompañar a los jóvenes hacia une tierra nueva que mana leche y miel.
Cuando dentro de unos días celebremos la Pascua, no nos olvidemos que hay caminos nuevos por los que caminar, junto a los jóvenes, hacia la estatura de Jesucristo, el Señor de la Vida.
Buena semana. Buena Pascua del Señor.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
2 comentarios:
Todo lo que fue sucediendo en los comienzos de la obra de D. Bosco, han sido guiados e iluminados por el Espíritu, tanto es así que llega a su “tierra prometida” En el día de Pascua.
Cristo en su triunfo sobre la muerte, reconduce a nuestro fundador a comenzar con su obra.
Gracias amigo Pepe, siempre tan lleno de la vida de D. Bosco nos haces revivir sus comienzos.
¡¡Qué ganas de volver a visitar Valdoco y todo los demás lugares del comienzo de nuestra congregación, me hicieron mucho bien!!
¡¡Feliz Pascua de Resurrección!! Un abrazo en Cristo. Josefa
Agradezco leer un articulo tan salesiano con las ideas tan claras en apoyo al Papa. Es difícil en nuestro entorno diario, donde parece que cada vez es más fácil atacar al Papa y a la Iglesia particularmente o en su nombre, encontrar personas que tengan la valentía de creer, querer y proclamarse parte de la Iglesia junto al Papa... ¡Gracias Pepe, por recordarnos que Don Bosco nos enseñó a ser fieles al Papa con su ejemplo, con su pensamiento, con su actuar...!
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