Mis queridos amigos:
Cuando Don Bosco en 1883 visita París, pronuncia ante la sociedad francesa de la época unas palabras proféticas que quedarán en la memoria de los salesianos como auténtica referencia para el futuro:
“Ocupaos pronto de los jóvenes porque si no, ellos se ocuparán de vosotros”
Resulta revelador recordar estas palabras dichas hace más de un siglo a la luz de los acontecimientos protagonizados por los jóvenes de la periferia de Paris hace tan solo unos años. Pero es una frase que tiene valencia universal. Sobre todo si consideramos la situación en la que miles y miles de jóvenes viven en el occidente opulento que, sin embargo, les niega la oportunidad de vivir con dignidad y los sitúa al borde de la exclusión social.
Es auténticamente estremecedor, además, tomar conciencia de la realidad de los jóvenes de los países del sur cuyos derechos son constantemente violados siendo condenados a vivir en la más extrema pobreza, a sufrir las consecuencias de guerras injustas o a padecer las más horribles vejaciones.
Y hemos decidido arremangarnos los brazos y comprometernos al lado de los más pequeños, de los más vulnerables, de los excluidos de nuestro mundo. Y a ello dedicamos nuestros mejores esfuerzos inspirados en Jesús, el Señor, que vivió y murió par los pequeños y los pobres. Apostamos por un humanismo inspirado en el Evangelio, por la educación preventiva, por el protagonismo de los jóvenes, y por el compromiso con la justicia y los derechos de los más débiles.
Estamos ante un tiempo nuevo en el que trabajar por la igualdad de oportunidades y los derechos de los más pequeños se ha convertido en el ideal y objetivo existencial de muchos hombres y mujeres que no quieren mirar para otro lado y asumen la responsabilidad de crear una cultura de la solidaridad.
En muchas partes del mundo, la familia salesiana trata de responder con creatividad y eficacia a los desafíos lacerantes de la pobreza juvenil. Miles de proyectos en los cinco continentes recrean los andamios en los que Don Bosco encontró a sus jóvenes, y reflejan su esfuerzo por abrir las prisiones injustas y curar heridas, iluminando caminos de esperanza para muchos adolescentes y jóvenes perdidos y abandonados.
Los jóvenes más vulnerables son nuestra tierra. Las personas comprometidas con nosotros nuestro patrimonio. Los sueños que avivamos cada día son nuestro horizonte, hacia el que caminamos sostenidos por la fuerza del Espíritu de Dios. Él abre nuestros corazones a la esperanza. Nada hecho por amor y solidaridad se perderá para siempre. A pesar de nuestra pobreza y limitaciones podemos apostar por los jóvenes, recorriendo con ellos las veredas de la historia, a la búsqueda de una justicia, que ya tenemos asegurada por la infinita misericordia de Dios.
Somos herederos de un soñador. Con Don Bosco, creemos que es tiempo de pan compartido que nunca se acaba, porque Dios está presente misteriosamente en la historia y nos guía en nuestra lucha constante por la justicia y los derechos de los más pequeños.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
Cuando Don Bosco en 1883 visita París, pronuncia ante la sociedad francesa de la época unas palabras proféticas que quedarán en la memoria de los salesianos como auténtica referencia para el futuro:
“Ocupaos pronto de los jóvenes porque si no, ellos se ocuparán de vosotros”
Resulta revelador recordar estas palabras dichas hace más de un siglo a la luz de los acontecimientos protagonizados por los jóvenes de la periferia de Paris hace tan solo unos años. Pero es una frase que tiene valencia universal. Sobre todo si consideramos la situación en la que miles y miles de jóvenes viven en el occidente opulento que, sin embargo, les niega la oportunidad de vivir con dignidad y los sitúa al borde de la exclusión social.
Es auténticamente estremecedor, además, tomar conciencia de la realidad de los jóvenes de los países del sur cuyos derechos son constantemente violados siendo condenados a vivir en la más extrema pobreza, a sufrir las consecuencias de guerras injustas o a padecer las más horribles vejaciones.
Y hemos decidido arremangarnos los brazos y comprometernos al lado de los más pequeños, de los más vulnerables, de los excluidos de nuestro mundo. Y a ello dedicamos nuestros mejores esfuerzos inspirados en Jesús, el Señor, que vivió y murió par los pequeños y los pobres. Apostamos por un humanismo inspirado en el Evangelio, por la educación preventiva, por el protagonismo de los jóvenes, y por el compromiso con la justicia y los derechos de los más débiles.
Estamos ante un tiempo nuevo en el que trabajar por la igualdad de oportunidades y los derechos de los más pequeños se ha convertido en el ideal y objetivo existencial de muchos hombres y mujeres que no quieren mirar para otro lado y asumen la responsabilidad de crear una cultura de la solidaridad.
En muchas partes del mundo, la familia salesiana trata de responder con creatividad y eficacia a los desafíos lacerantes de la pobreza juvenil. Miles de proyectos en los cinco continentes recrean los andamios en los que Don Bosco encontró a sus jóvenes, y reflejan su esfuerzo por abrir las prisiones injustas y curar heridas, iluminando caminos de esperanza para muchos adolescentes y jóvenes perdidos y abandonados.
Los jóvenes más vulnerables son nuestra tierra. Las personas comprometidas con nosotros nuestro patrimonio. Los sueños que avivamos cada día son nuestro horizonte, hacia el que caminamos sostenidos por la fuerza del Espíritu de Dios. Él abre nuestros corazones a la esperanza. Nada hecho por amor y solidaridad se perderá para siempre. A pesar de nuestra pobreza y limitaciones podemos apostar por los jóvenes, recorriendo con ellos las veredas de la historia, a la búsqueda de una justicia, que ya tenemos asegurada por la infinita misericordia de Dios.
Somos herederos de un soñador. Con Don Bosco, creemos que es tiempo de pan compartido que nunca se acaba, porque Dios está presente misteriosamente en la historia y nos guía en nuestra lucha constante por la justicia y los derechos de los más pequeños.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
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