Mis queridos amigos:
Un día de octubre de 1854 un adolescente de doce años entraba a formar parte de la familia de Don Bosco en Valdocco. Domingo Savio vivió una rica e intensa experiencia en el Oratorio que, si bien no duró más que dos años y medio, dejó sorprendidos a todos porque dejó en el recuerdo colectivo la transparencia de un corazón auténtico, la mirada limpia de un muchacho apasionado por la vida y la recia espiritualidad de quien se había propuesto firmemente seguir a Jesucristo con radicalidad.
Un día de octubre de 1854 un adolescente de doce años entraba a formar parte de la familia de Don Bosco en Valdocco. Domingo Savio vivió una rica e intensa experiencia en el Oratorio que, si bien no duró más que dos años y medio, dejó sorprendidos a todos porque dejó en el recuerdo colectivo la transparencia de un corazón auténtico, la mirada limpia de un muchacho apasionado por la vida y la recia espiritualidad de quien se había propuesto firmemente seguir a Jesucristo con radicalidad.
Don Bosco debió quedar profundamente impresionado de aquel chico de aspecto frágil pero de alma grande que demostró ser un gigante de la santidad. Junto a él, un pobre cura, Domingo recorrió rápidamente los senderos de una vida espiritual y apostólica de gran calado que no dejó indiferente a ninguno de sus compañeros.
Convencido de la gran estatura evangélica de Savio Domenico, Don Bosco se propuso escribir su biografía enseguida y comenzó a recoger datos. Así, en enero de 1859, casi dos años después de su muerte Don Bosco publicó en las Lecturas Católicas la “Vida del joven Domingo Savio, alumno del Oratorio de San Francisco de Sales”.
Don Bosco escribió estas páginas con mucho mimo y con el deseo de ofrecer a todos un modelo de virtudes que estimulaba a una santidad sencilla y simpática, al alcance de muchos. Para su redacción, había interrogado a los sacerdotes que lo habían conocido antes de su entrada en el Oratorio y a sus propios compañeros.
Don G. Cugliero maestro en Mondonio, pocos días después de la muerte de Domingo escribió a Don Bosco afirmando que en veinte años de oficio, no había conocido nunca un alumno “tan razonable, diligente, asiduo, estudioso, afable y agradable como Savio Domenico”.
Sus compañeros no dudaron en decir de él que era un “excelente compañero”, un “íntimo amigo” o alguien con un “corazón puro y santo”. La impresión dejada por Domingo fue tal que sus amigos expresaron en la biografía escrita por Don Bosco su admiración, su convicción de que Domingo estaba en el cielo y que, incluso, se encomendaban a él recibiendo gracias que le eran atribuidas sin dudarlo.
Sus compañeros no dudaron en decir de él que era un “excelente compañero”, un “íntimo amigo” o alguien con un “corazón puro y santo”. La impresión dejada por Domingo fue tal que sus amigos expresaron en la biografía escrita por Don Bosco su admiración, su convicción de que Domingo estaba en el cielo y que, incluso, se encomendaban a él recibiendo gracias que le eran atribuidas sin dudarlo.
Don Bosco no vaciló tampoco en su deseo de llevar adelante la causa de canonización de Domingo. Pero en la publicación de su biografía había también una intención muy clara que tenía como destinatarios a sus muchachos. En la introducción el ofrecía un modelo de vida para todos:
“Mis queridos jóvenes (…) aprovechad de lo que voy a contaros; y decid como San Agustín: ‘Si él, ¿por qué yo no?”Si uno de mis compañeros ha encontrado el tiempo y los medios para lograr ser un auténtico discípulo de Cristo ¿Por qué no podría hacer yo lo mismo?”.
Don Bosco miraba lejos y sabía que proponía un camino de largo alcance pero a portada de mano de sus muchachos. Domingo fue una buena tela y, Don Bosco en su maestría y santidad, logró con la ayuda del Espíritu, una autentica obra de arte. Pero estoy seguro de que en el Oratorio, junto a él, muchos otros jóvenes vivieron un proyecto parecido de entrega y hondura espiritual.
Para nosotros, educadores, no puede ser sólo una referencia épica. Por el contrario, el recuerdo de cuanto aconteció en nuestros orígenes es un acicate para actualizar aquí y ahora una propuesta de espiritualidad y un camino de acompañamiento para los jóvenes de este tiempo. Es también una llamada a la santidad que compromete nuestra propia vivencia evangélica. Creo firmemente que es posible ayudar a nuestros chavales a hacer de Jesucristo el centro de sus vidas. Domingo vivió la santidad junto un santo y en ese ambiente y de esa cuna nació la Congregación y la entera Familia salesiana. Salvadas todas las distancias, si nuestra pastoral juvenil, activada por la caridad pastoral ardiente y contagiosa que caracterizaó a Don Bosco, no tiende a que muchos vivan como Domingo quizás es que estemos equivocando la estrategia.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
2 comentarios:
Me has hecho pensar, ahora me toca decidir. Gracias José Miguel.
Me has hecho pensar, ahora me toca decidir. Gracias José Miguel.
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