domingo, 14 de septiembre de 2008

El Papa y los chicos de Don Bosco


Mis queridos amigos:
En 1848, cuando el Oratorio de San Francisco de Sales todavía luchaba por consolidarse, Italia vivía tiempos de revolución. El Papa Pio IX, amenazado por la revuelta popular y el poder político que quería despojar al pontífice del poder temporal que ostentaba, se exilió de Roma para poder garantizar su seguridad.
Al margen de las causas políticas que provocaron tal situación, el acontecimiento del exilio papal creó en Don Bosco y sus muchachos un hondo pesar. Como para muchos católicos de su tiempo, la preocupación por la situación de amenaza que vivía la Iglesia provocó una corriente de solidaridad y simpatía hacia el pontífice que se concretó en numerosos signos de apoyo incondicional al “Vicario de Cristo”.
Las necesidades económicas de la Iglesia crearon tal inquietud en el mundo católico que por todas partes se tomaron iniciativas solidarias con el fin de paliar la penosa situación de Pio IX.
Corría el año 1849 cuando en el Oratorio de Valdocco Don Bosco propuso a sus muchachos una colecta para recaudar fondos y ayudar al Santo Padre. El mecanismo se pone en marcha con la necesaria motivación pedagógica y aquellos muchachos, entre el abandono y la necesidad de supervivencia, logran recaudar de sus bolsillos maltrechos 35 liras.
Don Bosco, con agudeza, quiere darle una solemnidad adecuada al acontecimiento y llama a algunas personalidades de la ciudad de Turín, entre ellos el Marqués Gustavo Cavour, a recoger la ofenda de los pobres muchachos de Valdocco para el Santo Padre. Un periódico de la ciudad se hace eco del evento y Don Bosco consigue la notoriedad del momento para su Oratorio y la simpatía y admiración de la ciudadanía para su obra.
Los muchachos de Don Bosco, con la cara alegre y sonriente, rodean a los ilustres señores y dos de ellos se adelantan. Uno les entrega la cantidad recaudada, el otro pronuncia un discurso (ciertamente preparado por Don Bosco) para la ocasión. Al terminar, un coro de niños cantará un himno compuesto en honor del Papa.
Una vez más, el ingenio de Don Bosco se pone al servicio de la causa de los oratorios y, al mismo tiempo, acrecienta en sus muchachos su sentido eclesial con la adhesión a la persona del Papa. Ciertamente, es el óbolo de la viuda del Evangelio, lo pequeño, lo insignificante, pero que con un valor incalculable educa en la solidaridad compartiendo lo poco que se tiene.
Ciertamente, el Papa llegará a conocer el sencillo gesto de los chicos de Valdocco y algunos meses más adelante devolverá el gesto con el regalo de unos rosarios bendecidos por él para los niños y jóvenes del Oratorio. Como podemos suponer, ya se encargó Don Bosco de que también este sencillo signo de amistad tuviera su trascendencia en medio de las actividades de la casa.
No nos cabe duda de que Pio IX recordará siempre con afecto la entrañable solidaridad de los chicos del Oratorio. Pero además, aquel sencillo gesto en momentos difíciles, hizo que las relaciones entre Don Bosco y el Pontífice se mantuvieran y acrecentaran durante muchos años.
Don Bosco, hombre de Iglesia con un sentido pedagógico y práctico de la vida, supo en cada circunstancia situarse adecuadamente y ofrecer a sus muchachos las claves para leer la realidad al tiempo que alcanzaba sus objetivos de consolidación de su obra. Lo único que le interesó, ciertamente, fueron los jóvenes.
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

EStá bueno leerlo en formato de blog, estoy más familiarizada en esto.
Ya me lo guiardo para seguir recorriendo camino de Don Bosco; ha sido él mi puente a Jesús.

Un saludo desde Argentina.

Analía

Anónimo dijo...

grasias por sus palabras padre, nos alientan a caminar con el espiritu de san juan bosco.