Mis queridos amigos:
De todos es conocida la creatividad de Don Bosco para hacer frente a las necesidades de sus obras y especialmente para la búsqueda de recursos ante las dificultades de los muchachos pobres y abandonados.
En una carta fechada en agosto de 1872, Don Bosco escribe al alcalde de Turín, el Conde Felice Rignon, pidiendo ayuda pública para su obra a favor de los jóvenes pobres de los arrabales de la ciudad. Leemos en la carta:
“Un numero extra-grande (de jóvenes de Valdocco) sea por descuido de la familia sea porque mal vestidos o por propia disipación se quedan vagantes todo el día con daño para ellos mismos y con molestia para la autoridad de la seguridad pública. Para intentar atender a estos pobres muchachos, además de las clases nocturnas he abierto también algunas clases diurnas. Este año, pudiendo tener algunos locales más, el número de los alumnos creció notablemente y en el presente su número efectivo sobrepasa los trescientos”.
En efecto, en el curso 1871-1872, Don Bosco había abierto clases elementales para los externos y había de ingeniárselas para atender a los “cerca de mil” jóvenes externos y a los “850 internos” de Valdocco, tal como le escribía en una nueva carta al alcalde e Turín en 1875 pidiéndole ayuda. Números inflados o no, lo cierto es que, como él mismo reconocía en alguna carta a otro benefactor, “la necesidad crea la virtud y el hambre hace salir al lobo de la madriguera”.
Y así era. Aquel mismo año Don Bosco monta de nuevo una lotería, aunque en esta ocasión camuflada como subasta en la que el lote estrella era una reproducción de un cuadro de Rafael titulado “La Madonna di Foligno”. Junto al cuadro, se sorteaban otros cien regalos entre los compradores.
Durante todo un año hizo repartir los números a amigos, benefactores, conocidos… recaudando una considerable cantidad para sus obras que daba un respiro a la maltrecha economía del Oratorio y que estaba especialmente destinada al hospicio de Sampierdarena.
Pero la justicia no miró para otro lado ante las irregularidades y por mucho que Don Bosco hablase de beneficencia no logró convencer al intendente de las finanzas que, finalmente, declaró ilegal la operación y llevó el caso a los tribunales. En la sentencia declararon culpable a Don Bosco y le impusieron una multa importante y la confiscación definitiva del cuadro subastado.
No obstante, el juez reconocía la finalidad benéfica de la subasta y alababa la intención del propio Don Bosco.
Finalmente, ante una súplica de gracia ante el Rey, éste concedía el indulto a Don Bosco con un decreto que llegó al Oratorio el 11 de noviembre de 1975, día del adiós a los primeros salesianos que partían hacia América.
Aventuras y desventuras de un sacerdote ingenioso y audaz que hacía de todo para recaudar fondos y poder llevar adelante sus obras en favor de la juventud pobre y abandonada.
La prensa anticlerical de la época lo llamaba “Don Busca”, pero lo cierto es que más allá del despreciativo apelativo, Don Bosco no perdía ocasión de poner de relieve el aspecto social y político de su obra ante un estado liberal que miraba incluso con simpatía las obras de aquel sacerdote emprendedor y tenaz.
Prestidigitador de los números, con furbizzia (astucia, sagacidad), supo plantar cara a la realidad, alargando la solidaridad por el bien de sus muchachos.
Vuestro amigo
José Miguel Núñez
De todos es conocida la creatividad de Don Bosco para hacer frente a las necesidades de sus obras y especialmente para la búsqueda de recursos ante las dificultades de los muchachos pobres y abandonados.
En una carta fechada en agosto de 1872, Don Bosco escribe al alcalde de Turín, el Conde Felice Rignon, pidiendo ayuda pública para su obra a favor de los jóvenes pobres de los arrabales de la ciudad. Leemos en la carta:
“Un numero extra-grande (de jóvenes de Valdocco) sea por descuido de la familia sea porque mal vestidos o por propia disipación se quedan vagantes todo el día con daño para ellos mismos y con molestia para la autoridad de la seguridad pública. Para intentar atender a estos pobres muchachos, además de las clases nocturnas he abierto también algunas clases diurnas. Este año, pudiendo tener algunos locales más, el número de los alumnos creció notablemente y en el presente su número efectivo sobrepasa los trescientos”.
En efecto, en el curso 1871-1872, Don Bosco había abierto clases elementales para los externos y había de ingeniárselas para atender a los “cerca de mil” jóvenes externos y a los “850 internos” de Valdocco, tal como le escribía en una nueva carta al alcalde e Turín en 1875 pidiéndole ayuda. Números inflados o no, lo cierto es que, como él mismo reconocía en alguna carta a otro benefactor, “la necesidad crea la virtud y el hambre hace salir al lobo de la madriguera”.
Y así era. Aquel mismo año Don Bosco monta de nuevo una lotería, aunque en esta ocasión camuflada como subasta en la que el lote estrella era una reproducción de un cuadro de Rafael titulado “La Madonna di Foligno”. Junto al cuadro, se sorteaban otros cien regalos entre los compradores.
Durante todo un año hizo repartir los números a amigos, benefactores, conocidos… recaudando una considerable cantidad para sus obras que daba un respiro a la maltrecha economía del Oratorio y que estaba especialmente destinada al hospicio de Sampierdarena.
Pero la justicia no miró para otro lado ante las irregularidades y por mucho que Don Bosco hablase de beneficencia no logró convencer al intendente de las finanzas que, finalmente, declaró ilegal la operación y llevó el caso a los tribunales. En la sentencia declararon culpable a Don Bosco y le impusieron una multa importante y la confiscación definitiva del cuadro subastado.
No obstante, el juez reconocía la finalidad benéfica de la subasta y alababa la intención del propio Don Bosco.
Finalmente, ante una súplica de gracia ante el Rey, éste concedía el indulto a Don Bosco con un decreto que llegó al Oratorio el 11 de noviembre de 1975, día del adiós a los primeros salesianos que partían hacia América.
Aventuras y desventuras de un sacerdote ingenioso y audaz que hacía de todo para recaudar fondos y poder llevar adelante sus obras en favor de la juventud pobre y abandonada.
La prensa anticlerical de la época lo llamaba “Don Busca”, pero lo cierto es que más allá del despreciativo apelativo, Don Bosco no perdía ocasión de poner de relieve el aspecto social y político de su obra ante un estado liberal que miraba incluso con simpatía las obras de aquel sacerdote emprendedor y tenaz.
Prestidigitador de los números, con furbizzia (astucia, sagacidad), supo plantar cara a la realidad, alargando la solidaridad por el bien de sus muchachos.
Vuestro amigo
José Miguel Núñez
3 comentarios:
Buenas tardes amigo Pepe.
Creo que hay un error en esta fecha.
Sigo con mi compromiso de orar tu ti, no me olvides en las tuyas.
Un abrazo grandote desde málaga. Josefa
“En una carta fechada en agosto de 1972, Don Bosco escribe al alcalde de Turín, el Conde Felice Rignon, pidiendo ayuda pública para su obra a favor de los jóvenes pobres de los arrabales de la ciudad.”
Amigo Pepe:
sin duda alguna un episodio bastante desconocido pero muy significativo y que sin duda alguna me hace reflexionar sobre la necesidad de ir algunas veces a contracorriente o mejor dicho contra lo "politicamente correcto", todo sea por el bien de la juventud.
Hay que ser imaginativos y alternativos para combatir las nuevas pobrezas. Gran labor la que tienen los Salesianos por delante en este primer mundo.
Mucho animo.
"Dios proveerá"; esta frase en boca de D. Bosco también nos muestra a los miembros de la familia salesiana la profundísima f en ElBuen Padre para esos jóvenes abandonados y en peligro. ¿es cierto que ha visto a D. Bosco preguntándole , de nuevo,a un chaval:"¿SABES SILBAR?"? : de ser cierta la noticia es que hay jóvenes con "otras pobrezas" y " otros peligros". Un abrazo fortísimo.
Publicar un comentario