Mis queridos amigos:
Puede que para muchos no tengan demasiada importancia porque lo consideran tradición menor. Pero a mi me resulta apasionante volver a releer el testimonio de aquellos que conocieron a Don Bosco y guardaron con celo y fidelidad admirable sus recuerdos. Son los pequeños fragmentos que componen el mosaico del espíritu salesiano y que nos devuelven con todo su colorido el retrato de nuestro padre.
Siempre me llamó la atención la experiencia del encuentro con Don Bosco que tuvieron los primeros salesianos y la fascinación que sintieron hacia él. Como el relato, por ejemplo, que nos dejó escrito de forma autobiográfica uno de los padres de la Congregación Salesiana: Don Giovanni Battista Francesia, uno de aquellos 18 jóvenes que en diciembre de 1859 se reunieron en la habitación de Don Bosco para constituir la Sociedad Salesiana. Así describe su primer encuentro con Don Bosco, siendo todavía un niño:
“En la fiesta de los Santos (1850), un pariente mío mientras jugaba al trompo junto al muro del manicomio de la Via Giuglio, me dijo:
- ¿Quieres que vayamos a ver a Don Bosco?
- ¿Para qué?
- Hoy reparten castañas.
- Pero ¿Quién es Don Bosco?
- Es un sacerdote que recoge muchos chicos en las fiestas y allí se divierten. Hoy reparten castañas, ven.
Yo fui y vi por primera vez lo que era un Oratorio festivo (...) ¡Cuánto me divertí! Pero en lo mejor sonó la campanilla. Vi correr como por encanto a todos los que estaban a mi alrededor. Creyendo que yo también debía huir, corrí por donde me pareció y fui a caer, para mi ventura, junto a Don Bosco, que avanzaba para contener aquella oleada de muchachos que parecía huir no sabría adonde. El inmediatamente me dijo:
- ¿Quieres decirme dos palabras al oído?
- ¡Oh, si!
- ¿Pero sabes lo que significan?
- Si, si, que vaya a confesarme.
- ¡Bravo! Lo has adivinado. ¿Cómo te llamas?
- Giovanni Battista.
- Por ahora, ven conmigo.
Me tomó de la mano y me condujo a la Capilla Pinardi”.
Don Giovanni Battista, ya anciano, recordaba con mucha vivacidad este primer encuentro con Don Bosco. ¡No se le pudo olvidar! Nos recuerda a tantos otros encuentros, a tantos otros diálogos, sonrisas, silbidos y gestos de complicidad. Siempre hubo, además, un avemaria.
Don Bosco se hace cercano, entrañable, cariñoso. Siempre presente entre sus muchachos, para todos tiene la palabra al oído adecuada en el momento preciso. Muchos jóvenes tendrán que “venir y ver”, como el joven Francesia. A nosotros nos toca ponerle rostro, y palabra y gestos de bondad a Don Bosco hoy.
Tradición menor, piensan algunos. Pero a mi me devuelve la frescura de un Don Bosco siempre joven y la fascinación de Valdocco en la pureza de nuestros orígenes. Volver a la fuente. Siempre.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez
Puede que para muchos no tengan demasiada importancia porque lo consideran tradición menor. Pero a mi me resulta apasionante volver a releer el testimonio de aquellos que conocieron a Don Bosco y guardaron con celo y fidelidad admirable sus recuerdos. Son los pequeños fragmentos que componen el mosaico del espíritu salesiano y que nos devuelven con todo su colorido el retrato de nuestro padre.
Siempre me llamó la atención la experiencia del encuentro con Don Bosco que tuvieron los primeros salesianos y la fascinación que sintieron hacia él. Como el relato, por ejemplo, que nos dejó escrito de forma autobiográfica uno de los padres de la Congregación Salesiana: Don Giovanni Battista Francesia, uno de aquellos 18 jóvenes que en diciembre de 1859 se reunieron en la habitación de Don Bosco para constituir la Sociedad Salesiana. Así describe su primer encuentro con Don Bosco, siendo todavía un niño:
“En la fiesta de los Santos (1850), un pariente mío mientras jugaba al trompo junto al muro del manicomio de la Via Giuglio, me dijo:
- ¿Quieres que vayamos a ver a Don Bosco?
- ¿Para qué?
- Hoy reparten castañas.
- Pero ¿Quién es Don Bosco?
- Es un sacerdote que recoge muchos chicos en las fiestas y allí se divierten. Hoy reparten castañas, ven.
Yo fui y vi por primera vez lo que era un Oratorio festivo (...) ¡Cuánto me divertí! Pero en lo mejor sonó la campanilla. Vi correr como por encanto a todos los que estaban a mi alrededor. Creyendo que yo también debía huir, corrí por donde me pareció y fui a caer, para mi ventura, junto a Don Bosco, que avanzaba para contener aquella oleada de muchachos que parecía huir no sabría adonde. El inmediatamente me dijo:
- ¿Quieres decirme dos palabras al oído?
- ¡Oh, si!
- ¿Pero sabes lo que significan?
- Si, si, que vaya a confesarme.
- ¡Bravo! Lo has adivinado. ¿Cómo te llamas?
- Giovanni Battista.
- Por ahora, ven conmigo.
Me tomó de la mano y me condujo a la Capilla Pinardi”.
Don Giovanni Battista, ya anciano, recordaba con mucha vivacidad este primer encuentro con Don Bosco. ¡No se le pudo olvidar! Nos recuerda a tantos otros encuentros, a tantos otros diálogos, sonrisas, silbidos y gestos de complicidad. Siempre hubo, además, un avemaria.
Don Bosco se hace cercano, entrañable, cariñoso. Siempre presente entre sus muchachos, para todos tiene la palabra al oído adecuada en el momento preciso. Muchos jóvenes tendrán que “venir y ver”, como el joven Francesia. A nosotros nos toca ponerle rostro, y palabra y gestos de bondad a Don Bosco hoy.
Tradición menor, piensan algunos. Pero a mi me devuelve la frescura de un Don Bosco siempre joven y la fascinación de Valdocco en la pureza de nuestros orígenes. Volver a la fuente. Siempre.
Buena semana. Vuestro amigo,
José Miguel Núñez
1 comentario:
Lindo articulo.
Cuanta falta hacen en esta sociedad muchas personas como Don Bosco,todos deberiamos ser imitadores de el,entregarnos a los jovenes que mas nos necesitan,y enseñarles a ser mejores personas y buenos cristianos.
Todos los salesianos,deben ser imitadores de Don Bosco.
Manuel.
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