Mis queridos amigos:
En el Oratorio de San Francisco de Sales se cuidaba, especialmente, un ambiente positivo donde las personas se encontrasen a gusto, en familia. Las relaciones eran amistosas y los jóvenes se encontraban en seguida “en casa” porque reinaba entre todos una familiaridad excepcional.
“Todos eran amigos de Domingo”, escribe sin dudarlo Don Bosco; y añade: “Sabía hacer el bien a todos”. Tan convencido estaba de la capacidad de liderazgo de muchacho, que le aconsejó estar cerca – especialmente – de aquellos compañeros que tenían mayor dificultad. En recreos, juegos y tiempos de distensión, logró hacerse amigo de muchos de los que más problemas ocasionaban en la casa intentando echarles una mano y ayudándoles a superar sus obstáculos en los estudios. Para todos ellos fue buen amigo y compañero, alguien en quien confiar y poder apoyarse para afrontar las complicaciones de la vida diaria.
La Compañía de la Inmaculada, surgió en el Oratorio – precisamente – a iniciativa de Domingo y con la intención de mejorar el ambiente de la casa ayudando a todos a ser mejores. Domingo se rodeó de un buen grupo de compañeros a los que propuso vivir con autenticidad y compromiso su vida cristiana. A la amistad fuerte con el Señor, cuidada con la celebración de la Eucaristía, la Reconciliación y la oración cotidiana, se unía el compromiso por la responsabilidad personal y el testimonio en medio de los compañeros. En las reuniones semanales de la Compañía se compartía la oración, se revisaba el camino recorrido y se proponían nuevas estrategias para seguir siendo un poco de sal y un poco de luz entre los compañeros. Al comentar estos encuentros y el bien que la Compañía de la Inmaculada hacia en la casa, Don Bosco escribe: “Domingo era de los más animosos, y puede decirse que en estas reuniones llevaba la voz cantante”.
Francesco Cerruti entró en el Oratorio el 11 de noviembre de 1856. Con la tristeza de la lejanía de la casa en el primer día en Valdocco, Francesco encuentra a Domingo Savio. Años más tarde, él mismo recuerda aquel episodio con evidente emoción:
“Me encontraba afligido pensando en mi madre que había dejado sola en Saluggia. El día después cuando tras la comida me encontraba apoyado en una columna completamente pensativo, vino a mi encuentro un joven de rostro sereno que con buenos modos me preguntó: ‘¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?’. ‘Cerruti Francesco’, respondí. ‘¿De qué pueblo eres?’. ‘De Saluggia’. ‘¿En qué curso estás?’ ‘En segundo’. ‘Entonces sabes latín. ¿Sabes de dónde viene la palabra sonámbulo? Viene de somno-ambulare, es decir, caminar en el sueño’.
Entonces, levanté los ojos y le miré fijamente: ‘Pero ¿Quién eres tú?’. ‘Savio Domenico’. ‘¿En qué curso estás?’. ‘En cuarto’. Después me dijo: ‘Entonces, ¿seremos amigos?’. ‘¡Seguro!’, respondí. Desde aquel momento tuve ocasión de encontrarme con él muchas veces y en muchas circunstancias (...) Nuestra estrecha amistad duró hasta el día en dejó el Oratorio y partió hacia Mondonio gravemente enfermo...”.
Domingo nos propone cultivar la amistad sincera; la amistad con mayúsculas, la amistad alegre de quien ha encontrado un tesoro y cuida de él cada día en caminos de ida y vuelta, de reciprocidad, de encuentro. Nos enseña que en la amistad todo es “gratis”: un gesto, una palabra, un regalo, un poco de tiempo… No hay contrapartida, no se exige nada a cambio. La amistad es sólo cosa del corazón. Y en las cosas del corazón no hay deudas ni recibos, sólo manos abiertas y un latido apasionado que se expresa en el cariño verdadero. ¡Feliz fiesta de Domingo Savio!
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
En el Oratorio de San Francisco de Sales se cuidaba, especialmente, un ambiente positivo donde las personas se encontrasen a gusto, en familia. Las relaciones eran amistosas y los jóvenes se encontraban en seguida “en casa” porque reinaba entre todos una familiaridad excepcional.
“Todos eran amigos de Domingo”, escribe sin dudarlo Don Bosco; y añade: “Sabía hacer el bien a todos”. Tan convencido estaba de la capacidad de liderazgo de muchacho, que le aconsejó estar cerca – especialmente – de aquellos compañeros que tenían mayor dificultad. En recreos, juegos y tiempos de distensión, logró hacerse amigo de muchos de los que más problemas ocasionaban en la casa intentando echarles una mano y ayudándoles a superar sus obstáculos en los estudios. Para todos ellos fue buen amigo y compañero, alguien en quien confiar y poder apoyarse para afrontar las complicaciones de la vida diaria.
La Compañía de la Inmaculada, surgió en el Oratorio – precisamente – a iniciativa de Domingo y con la intención de mejorar el ambiente de la casa ayudando a todos a ser mejores. Domingo se rodeó de un buen grupo de compañeros a los que propuso vivir con autenticidad y compromiso su vida cristiana. A la amistad fuerte con el Señor, cuidada con la celebración de la Eucaristía, la Reconciliación y la oración cotidiana, se unía el compromiso por la responsabilidad personal y el testimonio en medio de los compañeros. En las reuniones semanales de la Compañía se compartía la oración, se revisaba el camino recorrido y se proponían nuevas estrategias para seguir siendo un poco de sal y un poco de luz entre los compañeros. Al comentar estos encuentros y el bien que la Compañía de la Inmaculada hacia en la casa, Don Bosco escribe: “Domingo era de los más animosos, y puede decirse que en estas reuniones llevaba la voz cantante”.
Francesco Cerruti entró en el Oratorio el 11 de noviembre de 1856. Con la tristeza de la lejanía de la casa en el primer día en Valdocco, Francesco encuentra a Domingo Savio. Años más tarde, él mismo recuerda aquel episodio con evidente emoción:
“Me encontraba afligido pensando en mi madre que había dejado sola en Saluggia. El día después cuando tras la comida me encontraba apoyado en una columna completamente pensativo, vino a mi encuentro un joven de rostro sereno que con buenos modos me preguntó: ‘¿Quién eres? ¿Cómo te llamas?’. ‘Cerruti Francesco’, respondí. ‘¿De qué pueblo eres?’. ‘De Saluggia’. ‘¿En qué curso estás?’ ‘En segundo’. ‘Entonces sabes latín. ¿Sabes de dónde viene la palabra sonámbulo? Viene de somno-ambulare, es decir, caminar en el sueño’.
Entonces, levanté los ojos y le miré fijamente: ‘Pero ¿Quién eres tú?’. ‘Savio Domenico’. ‘¿En qué curso estás?’. ‘En cuarto’. Después me dijo: ‘Entonces, ¿seremos amigos?’. ‘¡Seguro!’, respondí. Desde aquel momento tuve ocasión de encontrarme con él muchas veces y en muchas circunstancias (...) Nuestra estrecha amistad duró hasta el día en dejó el Oratorio y partió hacia Mondonio gravemente enfermo...”.
Domingo nos propone cultivar la amistad sincera; la amistad con mayúsculas, la amistad alegre de quien ha encontrado un tesoro y cuida de él cada día en caminos de ida y vuelta, de reciprocidad, de encuentro. Nos enseña que en la amistad todo es “gratis”: un gesto, una palabra, un regalo, un poco de tiempo… No hay contrapartida, no se exige nada a cambio. La amistad es sólo cosa del corazón. Y en las cosas del corazón no hay deudas ni recibos, sólo manos abiertas y un latido apasionado que se expresa en el cariño verdadero. ¡Feliz fiesta de Domingo Savio!
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
2 comentarios:
Un saludo Pepe desde Sevilla y desearte un feliz cumpleaños en este día.
Cierto amigo Pepe.
El que tiene un amigo verdadero, tiene un tesoro.
La amistad hay que cultivarla, alimentarla, con muchas dosis de cercanía.
D. Bosco enseñó muy bien a sus muchachos el valor de una amistad sincera.
Creo que en estos días pasados lo he revivido al ver a tantas personas que nos comunicamos desde hace tiempo, por nuestra pertenencia a Dios, dentro del Carisma de D. Bosco.
Un abrazo amigo. Josefa
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