Mis queridos amigos:
Cuando se trataba del bien de sus muchachos, Don Bosco estaba dispuesto a ir adelante hasta la temeridad confiando sólo en la Providencia.
Cuenta Don Francesia, uno de sus jóvenes y de sus primeros colaboradores, que en 1860 Don Bosco decidió comprar la casa aneja al Oratorio, la llamada casa Filippi. Los chicos eran cada vez más numerosos y los espacios se hacían insuficientes para albergarlos a todos. La nueva ampliación permitiría a Don Bosco acoger un buen número de muchachos que se añadirían a los que ya frecuentaban Valdocco.
Su espíritu emprendedor no conocía límites. Pero más asombrosa aún era su capacidad de arriesgar y de confiar en que Dios no lo abandonaría por muy grandes que fueran las nuevas empresas acometidas. Desde la sencillez, pero con certeza, Don Bosco sabía que la Providencia vendría al encuentro de las necesidades cuando de por medio estaba el bien de sus jóvenes.
Se trataba de comprar la casa Filippi, pero… ¿de dónde sacar el dinero para pagarla? Nadie su hubiera arriesgado sin tener una lira en el monedero. Pero para Don Bosco era tan sólo, un “secreto de la Providencia”. Sin una chica en el bolsillo, firmó el contrato.
Una tarde estaba Don Bosco en uno de los dormitorios con los muchachos para bendecirlos con una pequeña cruz cuando llegó a visitarlo un señor que conocía bien la casa y que, ni corto ni perezoso, se adentró hasta el mismo lugar donde se encontraba el santo sacerdote. Como no había ni siquiera una silla donde sentarse, Don Bosco le ofreció un baúl como asiento y en él se “acomodaron” unos instantes para conversar.
- He sabido que ha comprado usted la casa de al lado… ¡Estupendo! Era necesario porque esto ya se quedaba pequeño. Pero, dígame, ¿cómo piensa pagarla? preguntó el invitado.
- Hasta ahora, amigo mío, esto es un secreto de la Divina Providencia. Necesito 80.000 liras, contestó Don Bosco.
- Bueno, pues el secreto se desvela a la mitad en este mismo instante. Cuente con 40.000 liras. Mañana puede pasar por mi casa a recoger el dinero, concluyó el visitante.
Así “negoció” la Providencia en aquella ocasión, sobre un baúl en un sencillo dormitorio de internado. Aquella persona no era ni más ni menos que el Comendador Cotta, un insigne benefactor de Don Bosco que durante mucho tiempo fue expresión de la providencia para el Oratorio y los chicos.
Una vez más, lo extraordinario en lo ordinario; el misterio en la cotidianidad; la acción providente de Dios y la confianza; la temeridad y la caridad pastoral de quien se sabe en las manos amorosas del Padre. Y un Padre nunca se deja ganar en generosidad.
Así, entre lo sencillo y lo sublime se fue escribiendo la historia de Valdocco. Historia de “negocios” con la Providencia y de complicidades que nos desvelan la iniciativa salvífica de Dios y la pasión apostólica del corazón de Don Bosco. Para él, la “caridad pastoral” no entendía ni de cálculos, ni de presupuestos ni de temeridades cuando se trataba de ir adelante por el bien de sus muchachos. Era tan sólo…, eso, un secreto. ¡Fantástico!
Buena semana.
Vuestro amigo, José Miguel Núñez
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