martes, 15 de enero de 2013

¡Podéis contar conmigo!


Conocer a Don Bosco es una estupenda oportunidad para acercarnos más a él y seguir descubriendo los tesoros de su persona, de su experiencia de Dios, de su proyecto liberador para los jóvenes, de su propuesta pedagógica siempre actual.
Ante el inicio de un año nuevo, Don Bosco solía aprovechar las buenas noches del 31 de diciembre para dar a sus  chavales el “aguinaldo”, esto es, un recuerdo espiritual para el nuevo año. En 1859, comenzó de esta manera:

“Mis queridos hijos, vosotros sabéis cuánto os quiero y cómo me he consagrado por entero a haceros el mayor bien que me sea dado. Ese poquito de ciencia, ese poquito de experiencia que he adquirido, cuanto soy y cuanto poseo, oraciones, fatigas, salud, mi vida misma, todo deseo emplearlo en vuestro servicio. Todos los días y para cualquier cosa podéis contar conmigo. Por mi parte, y como aguinaldo, me doy a vosotros por entero; será cosa pequeña, pero cuando os lo doy, quiero decir que nada me reservo para mí”.

Sin duda, Don Bosco en estado puro. Palabras pronunciadas desde el corazón, llenas de familiaridad y afecto, cargadas de fuerza porque sostenidas con la experiencia que los propios muchachos tenían cada día de cercanía y cariño de parte del padre de la casa que no escatimaba esfuerzos para abrirles senderos de esperanza en medio de dificultades y sinsabores.
Todos sabían que Don Bosco no decía aquellas palabras para la ocasión. ¡Habían vivido tantas veces este “darse por entero” de aquel pequeño sacerdote de corazón grande! 
Por eso aquellas “buenas noches” debieron alentar la esperanza de muchos de aquellos jóvenes desarrapados, desconcertados y sin demasiadas perspectivas. Había motivos para la confianza. Aquel cura se ocupaba de ellos como un padre bueno lo hace con sus hijos.
Para los jóvenes del Oratorio, estar junto a Don Bosco era una alegría. Uno de sus muchachos, de los que oyó tantas veces “buenas noches” como éstas, escribió:

“Con frecuencia decíamos entre nosotros: ¡Qué gusto da estar cerca de Don Bosco! Quien puede hablarle un instante, enseguida se siente lleno de confianza” (Juan Bautista Francesia).

¡Estar cerca de Don Bosco! De eso se trata también para nosotros. Acercarnos a Don Bosco, escucharlo, conocerlo, hacerlo nuestro.
Ésta es nuestra tarea, volver a entusiasmarnos, siempre y en toda ocasión, con Don Bosco, dándolo a conocer y entusiasmar a muchos que quieran vivir como él.
Ésta fue la experiencia de Miguel Rua:

“He vivido al lado de Don Bosco por espacio de treinta y siete años… Me impresionaba más observar a Don Bosco y estar junto a él que leer y meditar cualquier libro de devoción” (Miguel Rua).

Estar junto a Don Bosco. Nuestro padre nos recuerda, como en aquel lejano 1859: “¡Podéis contar conmigo!”. El seguirá, desde el cielo, susurrándonos al oído la buena noticia del amor de Dios que como pan tierno y blanco sus hijos seguirán partiendo siempre entre los jóvenes.

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